Cronología del progreso

Publicado originalmente en el suplemento cultural Barroco número 644, del Diario de Querétaro del 5 de febrero del 2017.

Progreso es toda innovación favorable a la vida humana, define Gabriel Zaid (Monterrey, 1934) con su distintiva ecuanimidad. Los progresos los podemos encontrar en la materia, en la vida, en la libertad, en la crítica, en el amor.

Pero cuidado, no toda innovación es necesariamente favorable para el beneficio del ser humano. Las reformas legislativas (pienso en el desencanto de las reformas estructurales), los cambios de denominación a ciudades (del DF a CDMX), los cambios en planes y programas de estudios de una institución educativa, la estructura arquitectónica urbana de una calle, el cambio de presidente en una nación…

La noción de progreso implica cuando menos tres elementos: cambio, tiempo y la noción de lo mejor. Pero estas cosas a su vez han sido negadas. Parménides, a través de su vía de la verdad, que se ocupa del llamado ente, apela a lo homogéneo, inmutable, inmóvil y perfecto. Einstein negó la existencia del tiempo a través de la teoría de la relatividad, no hay forma de especificar acontecimientos en los cuales todos puedan estar de acuerdo de manera simultánea, lo que ocurre “ahora”, al momento en que usted, Caro Lector, lee este texto, puede ocurrir en otros “ahora” para cualquier persona que se mueva a una velocidad distinta dentro del espacio. Nietzsche negó la existencia de lo mejor. Esto, así como la noción de verdad, es un recurso creado por los mismos seres humanos para ayudarse a comprender, a distinguir entre nociones engañosas determinadas por la adecuación que los mismos sujetos proponemos de acuerdo a nuestra propia perspectiva de la vida.

No obstante, Gabriel Zaid añade dos elementos más al concepto de progreso: la gradualidad en donde los cambios pueden suscitarse como saltos bruscos (Hegel) o como procesos graduales y paulatinos (Gould); y el rumbo, en donde el progreso puede concebirse como una orientación hacia una plenitud cada vez mayor (Hegel), o sin ningún rumbo determinado (Gould).

En el mito cristiano, el progreso ulterior es inconcebible, de acuerdo a la lectura de Zaid. Si bien en el Génesis se relata la Creación (la nada, la luz, los cielos, la Tierra, las especies vegetales y animales, el hombre y la mujer) en cuya serie el progreso encuentra su plenitud y culminación: Dios se complace con su obra terminada, más allá no hay nada nuevo bajo el sol, pero a su vez el fin de los tiempos redunda en el origen de los tiempos.

La idea de progreso se traslada al plano personal. La manifestación de esta apropiación subjetiva del proceso encuentra en nuestra cultura múltiples referentes, unas veces a modo de estímulos, otras como un conjunto sofisticado de pensamiento, es decir, una cosmovisión.

En este sentido, Zaid acota la idea de perfeccionamiento personal considerándolo como un proceso gradual (Hegel), cuyo origen data desde la aparición de la cultura cristiana, en el siglo IV, en donde se gestó mandamiento radical de ser perfectos, el modelo ascético del atletismo griego, la primacía del éxtasis superior a la acción presente con fuerza en los filósofos neoplatónicos y la invención budista de la vida conventual. En esta ruta monacal, la vida se presenta como un anticipo de la vida futura, una especie de entrenamiento previo del más allá en la Tierra, la idea de la utopía se expresa en un cielo nuevo y una tierra nueva.

En contraste, la idea de progreso moderno es gradual, histórico y social, no individual, es, a diferencia de la propuesta cristiana, es para Zaid un mito cristiano tardío que, desde el siglo XII, se convierte en un proyecto social, no personal.

¿Cómo puede haber progreso? La energía, el calor, la presión el movimiento, tienden a disiparse, enfriarse, nivelarse, detenerse. La vida –dice Zaid­– tiende a desorganizarse, la comunicación tiende al ruido, el orden al desorden, todo tiende a menos: a la degradación de la entropía. No obstante, el mito arcaico de la Creación desembocó en el mito moderno de lo que llamamos progreso. Suponer que, a pesar de los fetichismos que se le atribuyen, el progreso haya resultado fecundo obedece a que éste junto con el tiempo y el cambio existen. Si lo asumimos con sentido crítico y sentido del humor, como sugiere Zaid, estamos en posición de afirmar:

  • Que ha habido y seguirá habiendo innovaciones favorables a la vida humana.
  • Que el progreso existe.
  • El mismo progreso es, como concepto en sí, anterior a los ideales progresistas.
  • Que el progreso se puede ser gradual pero también se pueden presentar saltos.
  • Que del paso de la nada (ese sitio que algunos han llamado tiempo cosmogónico) a la energía, la materia, la vida, la inteligencia y el lenguaje son grandes saltos de una realidad que mejora.
  • Que el progreso milenario ha tenido rumbo a pesar de las vicisitudes, y debería tenerlo desde una perspectiva prospectiva. Aunque es difícil determinar un rumbo particular, es deseable lograr ese objetivo.

En nuestra contemporaneidad coyuntural, el debate entre tiempos pasados y futuros carentes de certeza, la idea de progreso se presenta como una incitación. No obstante, dice Zaid, “no es verdad que todo tiempo pasado fue mejor. Ni que todo lo más reciente es mejor. Ni que el futuro será siempre mejor. Pero cabe desearlo, y trabajar porque así sea, con optimismo razonable” (página 15).

Entre la discusión de los apocalípticos (aquellos para quienes la cultura de masas y los medios de difusión destruyen las características de cada grupo étnico, el público no expresa sus diferencias y, por lo tanto, se mantiene conforme con lo que se ofrece) e integrados (aquellos que hacen una interpretación benévola sobre los resultados que provoca la cultura de masas como el acceso de todos a la cultura), la idea de progreso se hará presente en el día en que lo pobres sean protegidos como especie en extinción. No obstante, la idea de desigualdad seguirá vigente, incluso, si toda la sociedad fuera millonaria, la desigualdad persistiría, vaticina Zaid.

La idea de progreso es tratada desde la cultura, los procesos de producción, la idea de la revolución urbana y su consolidación en cultura comercial, la idea del progreso en la Historia y el progreso moral son las variables a través de las cuales Gabriel Zaid presenta su cronología del progreso.

El Progreso, entendido como toda innovación favorable a la vida humana ya sea en el mundo físico, biológico o cultural, teórico o práctico, individual social, debería de ser elevado a rango de escrutinio racional y no solamente como una consecuencia circunstancial. De este modo, hablando específicamente del progreso moral, Zaid afirma que lo deseable es que todo se arregle pacíficamente, pero basta con alguien decidido a usar la fuerza contra los que renuncian a la fuerza (y aprovechando eso, precisamente) para que el buen deseo resulte contraproducente: para que todo dependa de la fuerza del abusivo. Bajo ninguna circunstancia podemos considerar proceso a aquello que no produce.

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Autor: doctorsimulacro

Periodista, docente e Investigador en Ciencias Sociales y Humanidades

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