¿Quién escribe las publicaciones del IQCA?

Las redes sociales se han consolidado como un gran aliado informativo para instituciones públicas o privadas. No obstante, en el caso del Instituto Queretano de la Cultura y las Artes (IQCA), su página de Facebook, más que aliada, se evidencia como una amenaza sutil que debería de preocupar a Paulina Aguado, directora del IQCA.

Alguien, con mucho tiempo libre y poca lectura, con el periplo cultural que otorga el cibercafés y con el léxico de un incipiente bachiller se está encargando de desvelar el discurso manifiesto y latente del instituto, a través de publicaciones inanes, miopes, pueriles, acaso relevantes sólo por el evento al que hacen referencia.

La adopción de herramientas digitales como aliados estratégicos para optimizar la comunicación entre la institución (en este caso el IQCA) y la ciudadanía no debe de soslayar la importancia de la imagen institucional y la reputación digital: ¡se trata de la marca institucional de un organismo público dedicado a la cultura!

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  1. «Los invitamos a darle like», dejando de lado el tono reguetonero de «darle like» a cualquier cosa, la adopción del anglicismo es inútil si existe el botón «Me gusta esta página».
  2. No tengo el gusto de conocer la «Página del Museo Histórico de la Sierra Gorda». ¿Es justificable el uso de la mayúscula en «página»?

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  1. «AVISO IMPORTANTE», así, gritando.
  2. «Boletos marcados» no es lo mismo que boletos fechados. Todavía, en algunos puntos de la ciudad, las cartas o fichas marcadas son un problema. Me imagino que con lo boletos sería peor.

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  1. En Facebook todavía no es posible hacer una diferenciación de fuentes para referirnos a títulos de obras artísticas. Existen las comillas, «Los náufragos» (sin mayúscula en el sustantivo), y también el sentido común: La obra dramatúrgica «Los náufragos»…
  2. El texto original del boletín de prensa de la Casa del Lago del Centro Cultural Universitario de la UNAM dice: «Esta obra es una creación colectiva multidisciplinaria inspirada principalmente en La historia de la locura en la época clásica de Michel Foucault y Capitalismo y esquizofrenia de Gilles Deleuze y Félix Guattari, que parte de la pregunta que se hace todos los días una mujer indigente: “¿La loca soy yo, o los locos son los demás?”. Ah, se antoja verla, ¿verdad? Entonces, ¿por qué no colocar el párrafo tal cual?

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  1. ¿Cuántos países del mundo son muchos? Siendo «Día Internacional» esa información es irrelevante. La primera parte del párrafo contrasta gravemente con el resto. Vean por qué.
  2. El texto original dice: «Cuando las mujeres de todos los continentes, a menudo separadas por fronteras nacionales y diferencias étnicas, lingüísticas, culturales, económicas y políticas, se unen para celebrar su día, pueden contemplar una tradición de no menos de noventa años de lucha en pro de la igualdad, la justicia, la paz y el desarrollo». Más que hacer referencia al texto original (disponible aquí) se incorpora al párrafo en flagrante atribución de propiedad. Es un plagio, pues.

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  1. De acuerdo al DRAE, «algo» designa una realidad indeterminada cuya identidad no se conoce o no se especifica. El detalle es que se están compartiendo fotografías. ¿Qué será ese algo que se vivió?, ¿por qué no poner que se están compartiendo fotografías?
  2. Del uso de las comas mejor ni hablamos.
  3. Una usuaria de Facebook –y que seguramente le dio like a la página del IQCA– insistía en la necesidad de sustituir «celebrar» por «conmemorar». Nadie la escuchó; nadie le respondió.
  4. Para anunciar la presentación del artista, por increíble que parezca, no se usa una oración. En cambio, hay un uso pírrico de dos puntos y paréntesis.
  5. Por convención, para escribir la hora en la que iniciará el evento es preferible utilizar el modelo de veinticuatro horas (a las 18:00 horas) considerando que es un contexto que requiere de máxima precisión y para facilitar la información al ciudadano, la persona más importante del evento.

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  1. «Tenemos boletos para la Filarmónica […] para su próximo concierto…». Para qué hacerlo fácil si también difícil se puede. ¿Tienen boletos para ustedes, para la Filarmónica, para los usuarios o para qué tienen boletos?
  2. ¿Por qué razón escribe «Viernes» con mayúscula?
  3. Esto es de antología: «La dinámica es la siguiente:». De acuerdo a la DRAE, dinámica es un adjetivo que hace referencia a lo perteneciente o relativo a la fuerza cuando produce movimiento; a una persona notable por su energía o actividad; a una rama de la mecánica que trata las leyes del movimiento en relación con las fuerzas que lo producen; al sistema de fuerzas dirigido a un fin; al nivel de intensidad de una actividad. ¿Acaso el autor de este bodrio quería referirse a «La mecánica es la siguiente»? Mecánica: conjunto de reglas que rigen el desarrollo de una actividad, por ejemplo, la mecánica de un concurso.
  4. «envía por un mensaje directo» en lugar de «envía desde tu celular o tableta a través de un mensaje directo…».
  5. «una fotografía o Selfie», la mayúscula es gratis. ¿Fotografía o selfie?, ¿y qué hacemos con las personas que no saben qué diablos es una selfie?, ¿acaso una selfie no es una fotografía?
  6. «en donde aparezcas tu…» en lugar de «en la que aparezcas tú».
  7. «esculturas» con mayúsculas gratis.
  8. «que se ubican expuestas en Calzada de los Arcos», yo también creo que es peligroso que las esculturas se exhiban en la Calzada de los Arcos. Hay cada conductor borracho…
  9. «se otorgará». Según la DRAE, «otorgar» es consentir, condescender o conceder algo que se pide o se pregunta; hacer merced o gracia de algo.
  10. «un pase sencillo a las primeras 7 personas», supongo que el pase se va a rifar entre las siete personas.
  11. «que nos la envíen», ¿a quién o a qué?, ¿a la dinámica?, ¿a la fotografía?, ¿a la selfie?, ¿a alguna de las esculturas?, ¿a Leonora Carrington?, ¿a la Calzada de los Arcos?
  12. «Se confirmará por ese mismo medio a los ganadores». Sin palabras.

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  1. Al parecer el autor es alérgico a las oraciones. ¿Por qué no escribir «les deseamos un excelente inicio de semana a todos nuestros seguidores», o algo así?
  2. ¡Esa aberrante obstinación por omitir el primer signo de exclamación!

La pregunta queda en el aire, ¿quién escribe las publicaciones del IQCA en la página institucional de Facebook?

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Los cincos sentidos del periodista

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Publicado originalmente en el suplemento cultural Barroco número 598, del Diario de Querétaro del 28 de febrero del 2016.

De acuerdo al Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), el concepto “enseñanza” sugiere la acepción de “ejemplo, acción o suceso que sirve como experiencia, enseñando o advirtiendo cómo se debe obrar en casos análogos”. Asimismo, el DRAE refiere que la locución verbal “dar a alguien una lección” significa hacerle comprender a alguien la falta que ha cometido, corrigiéndolo hábil o duramente.

Lo anterior viene a cuento porque, ante el presunto acto de asesinato de una mujer de 18 años, el discurso mediático de las redes sociales se ha volcado en elucubraciones maniqueas y simplistas que van de lo abyecto, al pretender rescatar enseñanzas y dar lecciones, a lo melodramático, apostando a una tribulación masiva y oportunista a costa de la congoja ajena y dejando de lado todo sustrato de fundamento deontológico periodístico.

Hace 60 años, el periodismo era una profesión seria, de alto respeto y dignidad, que se le atribuía constantemente un carácter intelectual y político. Por ende, el periodismo era ejercido por un reducido grupo de personas competentes que, a través de un trabajo metodológico, ético y deontológico, obtenían el reconocimiento de sus sociedades: un periodista era una persona importante y admirada.

Winston Churchill, premio Nobel de Literatura en 1953, fue corresponsal en África, mientras que Ernest Hemingway, premio Nobel de Literatura en 1954, fue corresponsal de guerra. El primero se convirtió en un gran estadista; el segundo en un emblemático escritor. Ambos se sintieron siempre orgullosos de su carrera como periodistas.

En la actualidad, el periodismo contemporáneo se ha reducido a una legión anónima de media workers que desconocen el oficio, se desconocen a sí mismos y no reparan en la gente de quien escriben. El producto final del media worker es el resultado de una verborrea hipertextual exenta de atisbos metodológicos pero plagada de prenociones fútiles. No es de extrañar que al leer las notas del presunto asesinato en diferentes medios el lector advierta que está leyendo un pastiche.

Asimismo, declaraciones, percepciones, comentarios y opiniones son elevados al rango de noticia, en una penosa y flagrante transgresión de los géneros periodísticos. Al narrar el suceso, decretado como tragedia y tratado como noticia, el interés público (circunstancias objetivas que determinan la interacción social) se confunde con el interés psicológico (acontecimientos que genéricamente conmueven a las personas por motivos psicológicos).

¿Cuáles son los factores que determinan la noticiabilidad de un suceso? Los medios atienden especialmente a los acontecimientos que presentan al menos uno de los siguientes rasgos: apariciones (presencias elocuentes de personajes conocidos, sus declaraciones y opiniones); desplazamientos (viajes, cumbres, congresos, y todo traslado que tiene un efecto en particular que se trata de provocar); resultados (leyes, sentencias, resoluciones, resultados deportivos y expresiones numéricas de la realidad social); y explosiones (asesinatos, atentados, guerras, fenómenos naturales de carácter violento, destrucciones repentinas irreversibles de la vida humana provocadas por procesos inesperados o acciones fulminantes).

En crisis, cierto tipo de periodismo se desempeña en un pírrico territorio de la prensa escrita, con una lógica fluctuante que oscila entre la manipulación de la opinión pública y la construcción de una realidad virtual que desplaza a la realidad real.

La acumulación de los discursos en torno a un hecho noticioso a través de la realidad virtual escombran la comprensión del fenómeno en sí. A través de las redes sociales, elevadas al rango de fuentes primera mano, se elaboran y relatan discursos incompetentes y erróneos que se imponen sin ser cotejados con fuentes auténticas y documentos originales: el derecho de réplica es una abdicación.

Ante los protagonistas del hecho noticioso, algunos medios se ostentaron como jueces, tomaron partido, dictaron sentencia y vincularon con alevosía a otros protagonistas de otros hechos noticiosos, en una infame atribución de responsabilidades y suspicacias basadas en su anónima intuición. Por tanto, se impone la versión ficticia, porque las voces alternativas (ofensores y ofendidos, posibles testigos, autoridades competentes, psicólogos, sociólogos, antropólogos y otros especialistas) no ofrecen el nivel de accesibilidad e inmediatez de las redes sociales: stalkear (valga el anglicismo, caro lector) el Facebook de un implicado no es periodismo de investigación.

Manipulaciones como la que nos ocupa, nos alejan de las historias y problemas reales y nos coloca en el discurso fragmentado y superficial que los medios condensan en un minuto, en un tweet o en una actualización de muro de Facebook. Es un problema que seguirá fecundándose mientras el interés por la primicia, el titular sensacionalista, la columna oportunista y las hipótesis simplistas compitan como productos noticiosos e informativos, alérgicos a la deontología más elemental y al periodismo de investigación.

Más que un conflicto de libertad de expresión se trata de un problema de identidad del ejercicio periodístico en nuestra entidad, donde los fenómenos sociales son tratados como la materia prima que alimenta al espectáculo. De acuerdo a Ryszard Kapuściński (Pinks, 1932-Varsovia, 2007), en su libro Los cinco sentidos del periodista: estar, ver, oír, compartir, pensar (Fondo de Cultura Económica, 2004), volumen con el que se inicia la colección Nuevo Periodismo, dirigida entonces por Tomás Eloy Martínez (Tucumán, 1934-Buenos Aires, 2010), lo que el periodista hace no es un producto, ni tampoco una expresión del talento individual del reportero: “Tenemos que entender que se trata de una obra colectiva en la que participan las personas de quienes obtuvimos las informaciones y opiniones con las que realizamos nuestro trabajo. Por supuesto que un periodista debe tener cualidades propias, pero su tarea va a depender de los otros: aquél que no sabe compartir, difícilmente puede dedicarse a esta profesión”.

El periodismo massmediático y proclive a la inmediatez, el que se erige como juez y toma partido, el que funde y confunde el interés público con el interés psicológico, es el mismo que olvida que “ninguna sociedad moderna puede existir sin periodistas, pero los periodistas no podemos existir sin la sociedad”.

¿Cuál es la condición fundamental para ejercer el oficio del periodismo? Básicamente consiste en ser capaces de funcionar en conjunto con los otros. ¿Qué pasa cuando se tiene una visión sesgada de los hechos o se intenta manipular con una opinión? De acuerdo a Kapuściński, “no existe receta alguna. La única medida que se puede tomar es […] juntar la mayor cantidad de opiniones para que podamos equilibrar y hacer una selección”.

Conviene recordar, pues, que trabajamos con la materia más delicada de este mundo: la gente. Con lo que escribimos podemos destruir vidas. Tal vez nunca regresemos a la escena del crimen, pero la gente que nos ayudó se quedará ahí y sus vecinos leerán lo que hemos escrito sobre ellos: nuestro criterio ético debe de basarse en el respeto a la integridad y la imagen del otro.

Narcotráfico: del tabú al fetiche.

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Publicado originalmente en el suplemento cultural Barroco número 595, 7 de febrero del 2016.

El fenómeno social del narcotráfico se coló en la cultura y arte latinoamericanos de manera sutil y definitiva. Colombia y México son las máximas representaciones de este fenómeno, donde se dio un tratamiento distinto en comparación con Al Capone en EEUU. En nuestro país la lírica de los corridos, las narrativas de carácter épico, los guiños con la novela negra, exposiciones plásticas que incorporan pigmentos hemoglobínicos y las recientes series de televisión, han contribuido de distintas maneras a que vayamos del tabú a la fetichización.

Entre el susto y el gusto han emergido constructos narrativos de los relatos de violencia, ya sea bajo la estigmatización de la apología del delito, por el oportunismo político del momento, o por la fascinación que deslumbra a nuestro estilo de vida cotidiano.

Y no, caro lector, no se trata de exigirle una explicación casuística acerca del fenómeno del narcotráfico a Rosario Tijeras (Seix Barral, 2004) de Jorge Franco o a La virgen de los sicarios (Punto de Lectura, 2005) de Fernando Vallejo. Pedir cuentas a la Literatura acerca de un fenómeno social propio de las Ciencias Sociales podría redundar en una acción falaz carente de sustentos epistemológicos.

Frente a la fetichización y la banalización de los personajes hechos celebridades, resiste la memoria y el denuedo de la realidad. El advenimiento masivo de memes y entrevistas pírricas que igual caben en la libertad de expresión como en la iniquidad oportunista, pueden ser puestos en perspectiva desde investigaciones propias del periodismo contemporáneo, un esfuerzo por alfabetizarnos en el fenómeno de la violencia del narcotráfico. Veamos.

De acuerdo al exhaustivo perfil criminal de Joaquín Guzmán Loera, alias “El Chapo”, que elaboró la PGR en 1993, éste resultó ser un hombre “egocéntrico, narcisista, astuto, perseverante, tenaz, meticuloso, selectivo y hermético”. Manifiesta una “capacidad criminal alta y una adaptabilidad social media alta que le ha permitido crear redes de lealtad y complicidad”. Son tres rasgos de su personalidad que lo destacan del resto de los narcotraficantes: ingenioso, manipulador y encantador: un maestro en el arte de la seducción.

Pero detrás de aquél rostro deferente, amable, y muy lejano a las supuestas obras de caridad que ha realizado en la comunidad donde vive o lleva a cabo sus actividades criminales, existe y pervive un hombre cruel, una persona que antepone su beneficio propio sin importarle que afecte a otros. Sus relaciones interpersonales se distinguen por ser superficiales y de carácter explorador. Su comportamiento criminal es capaz de llevarlo a causar daño físico de manera casual y sin pensarlo debido a que las necesidades y los sentimientos de los demás no tienen relevancia ni sentido inmediato para él.

El retrato del perfil criminal de “El Chapo” devela fallas notables en el control de sus impulsos, tanto sexuales como agresivos, y presentaba desde aquel entonces una notoria baja tolerancia a la frustración. Es conocido que cometió innumerables excesos en los penales donde previamente estuvo recluido, todo a cuenta de su inagotable poder corruptor.

Lo anterior lo encontramos en Los señores del narco (Grijalbo, 2010) de Anabel Hernández, una lectura imprescindible que debería tener el carácter de libro de texto gratuito. Una investigación ampliamente documentada sobre el desarrollo estratosférico del narcotráfico en nuestro país bajo el amparo de las complicidades de movimientos armados en Latinoamérica y de los tres órdenes de gobierno.

Parecería un lugar común hablar de la complicidad del gobierno con el narcotráfico, pero la documentación de Hernández ofrece detalles que dan fe de dicha complicidad. El cártel incomodo (Grijalbo, 2011), de José Reveles; y Marca de sangre (Planeta, 2010) de Héctor de Mauleón, ratifican lo anterior.

Fue un encuentro fortuito entre el narcotraficante Osiel Cárdenas Guillén y los agentes Joe DuBois, de la DEA, y Daniel Fuentes, del FBI. Un movimiento equivocado y lo que se estaba llevando a cabo como una negociación podría devenir en una carnicería. “Si no nos dejas ir, el gobierno de los EEUU te perseguirá hasta la tumba” dice uno de los agentes a Cárdenas Guillén, mientras éste apunta con una pistola en la cara al agente. El narcotraficante accede y deja el libertad a los agentes, pero a partir de ese hecho las autoridades estadounidenses ofrecen una recompensa de 2 millones de dólares por la cabeza de Cárdenas Guillén, quien tras enterarse de esto estalla en paranoia.

Cárdenas Guillén aumenta su fuerza paramilitar. Con desertores y corruptos del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (GAFE) construye su ejército. Irónicamente el GAFE tenía la misión de cazar delincuentes como “El Mata Amigos”, como se le conoce a Cárdenas Guillén. Así nacen los Zetas, ejército privado de Osiel bautizado así porque “Z” era el código utilizado por los elementos del GAFE para comunicarse entre sí por radio.

Lo anterior se narra en CeroCeroCero (Anagrama, 2014) de Roberto Saviano, para quien “escribir sobre la cocaína es como consumirla. Cada vez quieres más noticias, más información, y las que encuentras son suculentas, ya no puedes prescindir de ellas. Eres addicted. Aún cuando remiten a un esquema general que ya has comprendido, esas historias fascinan por sus detalles. Y se te meten en la cabeza, hasta que otra -increíble, pero cierta- ocupa el sitio de la anterior”.

En reciente su visita a México, en agosto del año pasado, Saviano señalaba en entrevista que “el sector empresarial mexicano no experimenta placer alguno en ver al país en manos de los traficantes de drogas, pero también sabe que con un Poder Judicial y una policía tan débiles como son los de ahora, cada problema se puede resolver con dinero, mientras que mañana debemos resolverlos actuando legalmente y con el riesgo a tropezar con una justicia propia”.

El caso del asesinato masivo de mujeres en Ciudad Juárez es un fenómeno social vinculado al narcotráfico. Abdel Sharif Sharif, el eterno presunto asesino de mujeres, quizás fue el chivo expiatorio idóneo para un caso que nunca tuvo una la suficiente atención. En el advenimiento del siglo XXI, por cada 9 hombres víctimas de homicidio doloso se mataba a una mujer. En comparación con el resto del país, en Ciudad Juárez, Chihuahua, esta proporción aumentó a cuatro asesinadas.

A pesar de que se presume que el 80% de los más de 300 homicidios contra mujeres en la última década han sido resueltos, en Huesos en el desierto (Anagrama, 2006) de Sergio González Rodríguez, se evidencian las omisiones de las autoridades, la imposibilidad de hacer cumplir la ley y su incapacidad para aplicar justicia. El libro, una entrecruza de documentos y testimonios, ubica el límite entre lo delincuencial y el feminicidio, la existencia de una centenar de asesinatos en serie bajo el amparo de la impunidad y la corrupción, en una ciudad que presumía de bonanza económica y crecimiento sustentado.

Más allá del petardo que gritamos con el tronar de la tuba y lejos de la amplificación de nuestros anhelos vilipendiados por una serie de televisión, está el criterio y la memoria: la invitación a hacer frente a la amnesia, a la fetichización, a la banalización y a la idolatría sigue abierta.

NOTA: el tema de este texto no tiene intención crítica. Acerca de CeroCeroCero de Roberto Saviano recomiendo leer: Saviano y el plagio.

¿Soy una adolescente en riesgo de tener un embarazo no deseado?

Amiguita: resuelve el siguiente cuestionario. Solamente podrás responder sí o no. No te preocupes, solamente tú tendrás acceso a las respuestas. Para que el experimento funcione, sé lo más honesta posible.

Situaciones No
1. Tu menarquia (es decir, tu primera menstruación) te llegó a temprana edad (10-12)    
2. Sientes muchos deseos y mucha curiosidad por tener relaciones sexuales.    
3. Ya tienes una vida sexual activa con tu novio.    
4. No tienes la más remota idea de qué es la fisiología de la reproducción. Y no te importa.    
5. Padeces lo que se llama “analfabetismo sexual” porque ni tus padres, ni tus maestros, ni en tu centro de salud, ni en la comunidad en general te han hablado de temas relacionados con la sexualidad.    
6. Te sientes como las actrices de las películas o las telenovelas y quieres sentir y hacer lo mismo que ellas: te crees la Anastasia de las 50 sombras de Grey.    
7. Vives en situación de riesgo porque perteneces a estratos socioeconómicos bajos. Tú y tu familia tienen mucha necesidad económica.    
8. Tienes relaciones sexuales poco estables y con diferentes personas.    
9. Tu nivel educativo es muy inferior porque eres mala estudiante.    
10. Eres hija o hermana de una madre adolescente.    
11. Eres víctima de abuso sexual, maltrato físico o violencia por parte de tus padres, hermanos y hasta de tu novio. Y no lo quieres reconocer ni denunciar.    
12. Tu familia es muy inestable.    
13. Tu familia es demasiado estricta.    
14. Tu familia es demasiado permisiva.    
15. Tu familia es muy conflictiva, las peleas y discusiones sin sentido son cosa de todos los días.    
16. Sientes que en tu familia no se transmiten afecto.    
17. Sientes que tienes baja autoestima.    
18. No cuentas con ningún proyecto de vida.    
19. Quieres independizarte a como dé lugar de tu familia.    
20. Tienes amigas embarazadas que te presionan para que seas parte del grupo.    
21. Tu novio quiere tener un hijo contigo para sellar su amor.    
22. Crees que la maternidad es la forma más sublime de realización de la mujer.    
23. Sientes culpa, miedo o vergüenza por tener una vida sexual activa.    
24. Te sientes obligada a ser madre porque es una tradición familiar.    
25. En tu congregación religiosa te infunden la idea de que la sexualidad solamente debe presentarse para tener hijos.    
26. Crees que el hombre debe de ser arrogante, rudo, el que domine en la relación: el macho que siempre has deseado tener.    
27. Crees que la mujer debe de ser sumisa, dócil, la que sacrificará su vida para proteger a su esposo y a sus hijos.    
28. Crees que la maternidad es la máxima manifestación de la femineidad.    
29. No sabes usar métodos anticonceptivos. Es más, eres incapaz de ir a la farmacia a comprar un condón.    
30. Ves adolescentes embarazadas a tu alrededor y te dices a ti misma: “Bueno, eso no podría ocurrirme a mí»    
Si respondiste SÍ a una de las situaciones, el riesgo de embarazarte está presente. Si respondiste SÍ a la pregunta 6 y a la mayoría de las situaciones, déjame decirte que además de tener un pésimo gusto literario, tienes un enorme riesgo de tener un embarazo no deseado. Si respondiste NO a todas, ¡Felicidades, el mundo te pertenece! Eres dueña de tus sentimientos, de tus pensamientos, de tu tiempo y de tu libertad. Podrás llegar tan lejos como quieras llegar.

El primer día de clases.

Hoy es el primer día de clases pero no me presentaré al colegio. Al menos en este ciclo escolar. Más me vale no pensar tanto en la emoción de ver nuevamente a mis compañeros, en conocer nuevas materias, en reencontrarme con nuevos y antiguos maestros. Debo de autocontrolarme para evitar pensar en Enrique y en sus interminables invitaciones a tomar café.

Pienso que soy un fracaso porque, mientras yo estoy aquí, sola en casa viendo televisión, recostada en el sofá, mis compañeros están verificando sus horarios, inscribiéndose a los talleres artísticos y a las actividades deportivas. Definitivamente soy la peor versión de mi misma. A eso hay que agregarle un incremento en mi talla de pantalón.

Mientras observo cómo cantan y bailan los estúpidos conductores del programa de revista en la televisión, me arrepiento de haberme comportado más estúpida que ellos, aunque parezca imposible. ¿Que cómo consegui semejante proeza? No fui a la farmacia a comprar condones porque me daba pena. Aún recuerdo las palabras de mi madre: «Pero no te dio pena abrir las piernas, ¿verdad?».

Rabia y pena con una horrible mezcla de impotencia fue lo que me provocó el haber visto llorar a mi padre. Lloraba no como un niño, sino como una mujer deshauciada. Recuerdo que al enterarse no emitió ninguna palabra, solamente noté que se derrumbaba por dentro. Su sonrisa se ha roto para siempre, de eso puedo estar segura.

No sé qué es más grave: el no haberme dado cuenta de mi embarazo sino hasta tres meses después, o el no tener la certeza de quién es el padre. ¿Acaso se puede llegar a semejante nivel de estupidez?

Nota:

En Querétaro ya somos primer lugar en embarazos en mujeres preadolescentes.

http://www.oem.com.mx/diariodequeretaro/notas/n3917966.htm

Lecciones aprendidas de la piedra en el camino.


Hacia las 6:12 a.m. sonaba «Space Oddity» cuando, en la incorporación a la carretera que me lleva a la autopista, rumbo al trabajo, no pude evitar una piedra de cerca de 60 cm3. En una fracción de segundo (siempre quise utilizar esta frase en un ejemplo manifiestamente real) me decidí por la última de las siguientes tres opciones:  girar a la derecha con el riesgo de salirme de la carretera; virar a la izquierda con la improbable posibilidad de salvarme ante una inminente colisión de un tráiler que circulaba junto a mí; confrontar al monolito con las manos bien puestas sobre el volante. El impacto por poco provoca una siniestra combinación entre las primeras dos opciones.

Tras el golpe, de manera estúpida y obstinada quise obligar a la realidad de que se trataba solamente de un neumático pinchado. Ni las maniobras al azar en la oscuridad para insertar la llave en los birlos, ni mis desplantes alarmistas para desviar a los automóviles que venían en impuntual y apurada secuencia, ni esa necesidad urgente de beber un café en aquellos momentos me perturbaron: yo no había tenido la culpa. No cometí ninguna imprudencia vial. No iba a exceso de velocidad. No desafié al destino en pos de una apremiante puntualidad. Fue un accidente: un suceso eventual que alteraba con toda su furia el orden aparente de mi rutina habitual.

Durante las cuatro horas siguientes en las que traté de cambiar el neumático, rogaba a dios en que no pasara un policía federal (en México, macabra ironía, frecuentemente es deseable que no aparezca la policía) y, mientras llegaba el seguro, las siguientes fueron ideas que, confundidas entre autoconsuelos y reclamos al aire como petardos en colonia popular, resonaron en mi cabeza:

  • Ser parte de un accidente te puede librar de culpabilidad aunque nunca de tu responsabilidad. Si eres victimario pagas; si eres víctima también.
  • En Querétaro, nadie sabe si por daños en la carretera el usuario tiene derecho a un seguro. Y, si así fuese, para cuando hubieres terminado el trámite seguramente ya se habrá convocado a nuevas elecciones para gobernador.
  • No hay roca pequeña. Respetar los límites de velocidad sí puede salvar tu vida. Y sí, a los traileros no les interesas.
  • «Space Oddity» es una gran elección para manejar al trabajo en martes.
  • Los antitranspirantes sí funcionan, incluso después de sobrevivir a un derrapón, a la danza del riesgo vial y a la angustia que provoca la posible llegada de un policía federal.
  • Por cada trece mentadas de madre hay un buen samaritano que te pregunta si estás bien.
  • Gritar leperadas ayuda a liberar estrés. Pero es mejor hacerlo después de cerciorarte de que no has muerto.
  • Aunque la operadora de la aseguradora te pregunte con timbre terso «¿Se encuentra Usted bien?», y a pesar de que el ajustador llegue una hora después y te pregunte «¿Se encuentra Usted bien?», el mejor servicio a clientes lo sigue teniendo Netflix.
  • Además de ser poco soluble al agua, la adrenalina tiene una duración relativamente prolongada.
  • No está nada mal regresar al transporte público. Pero, aunque lo usaste por décadas, no olvides tener en mente la tarifa del camión. Es pedante preguntar al chofer «¿Cuánto cuesta?», al menos para la gente que habitualmente usa ese servicio porque no tiene la más remota posibilidad de comprar un auto.

El curioso caso de Mariana y la intervención quirúrgica que nunca fue.

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Mariana había amanecido con dolor abdominal. Supuso que en una chica de 20 años aquello era un síntoma normal de la menstruación, por lo que dejó de darle importancia.

A pesar de que se trataba de un dolor distinto a los cólicos menstrules, decidió seguir el mismo procedimiento: dos cafiaspirinas y una coca cola light bien fría (a ella le había funcionado a la perfección semejante coctel). Pero en aquella mañana, su implacable tratamiento no había funcionado. Más que reducir, el dolor abdominal había empeorado.

Fue alrededor de las 7 :15 hrs. en que fue necesario trasladar a Mariana a una sala de urgencias. Se había desplomado antes de ingresar a su primera clase del día. El dolor se había vuelto tan insoportable que le habría provocado desmayarse. Presentaba hemorragia abundante, atípica respecto a su flujo menstrual habitual. El trayecto de la universidad a la clínica privada duró lo que tarda en llegar el invierno, a pesar de que solamente fueron 12 minutos.

Mariana estaba en muy malas condiciones.

Un médico jóven, bien parecido y bien vestido, con una seguridad muy cercana a la soberbia, se había hecho cargo de Mariana. Le había administrado un analgésico vía intravenosa, con lo cual el terrible dolor se habría de aplacarse por una hora, el tiempo suficiente para que el médico jóven y bien vestido le planteara a Mariana la opción de la intervención quirúrgica de urgencia:

– Se trata de un agente infeccioso de apariencia sospechosa. Es una especie de granuloma, pero no quisiera descartar la presencia de un tumorcito –dijo el doctor, apelando al diminutivo para tratar de matizar el drama de Mariana y su madre, que había salido disparada del trabajo a la clínica no bien se enteró de la situación de su hija mayor.

– ¿Hay posibilidad de un nuevo diagnóstico, doctor, o de, en todo caso, una segunda opinión? –dijo la mamá de Mariana, recurriendo a frases que recordaba de algunas películas extranjeras de dramas donde están involucrados médicos guapos, mujeres con infortunios múltiples y enredos familiares sin solución.

– Se trata de mi palabra como médico, señora –dijo el médico un poco ofendido– Ahora que si quiere usted otra opinión, pues la chica se va bajo su responsabilidad. Yo no me hago cargo de ninguna salida de pacientes extremadamente delicados –añadió el médico.

A pesar del dolor intenso de su hija, la mamá de Mariana se la llevó de aquella clínica particular. Casi en contra de su conciencia la trasladó al centro de salud de su municipio, donde fue atendida de inmediato por personal de guardia.

Lo que en principio se había diagnósticado como tumor, se trataba de un folículo hemorrágico. Después de que tanto la hemorragia como el dolor hubieron sido controlados, la evolución del folículo fue favorable hacia una resolución espontánea. Mariana solamente requirió reposo, medicamentos y una adecuada alimentación. Con el paso de los días ya estaba lista para regresar a su habitual vida de universitaria.

No obstante, el médico de la clínica particular, a donde acudió en primera instancia Mariana, se hizo presente en varias ocasiones: las primeras veces por correo electrónico (el cómo obtuvo la dirección electrónica de Mariana sigue siendo una interrogante no difícil de dilucidar), las demás por mensajes y llamadas a su número de celular: «Te hago descuento del 30% en la intervención y renta de equipo», «Te hago un descuento del 15% adicional sobre mis honorarios», «Los traslados casa-clínica-casa los pago yo», y un largo y vergonzoso etcétera.

Este caso nos deja ver no solamente el flagrante negocio amparado bajo el vacío legal de médicos que hacen negocio con intervenciones quirúrgicas de dudosa pertinencia. Sino que también nos permite ver que hay una peligrosa moda de clínicas particulares que pretenden aprovecharse del seguro médico escolar que ofrecen diversas instituciones particulares de educación media superior y superior para atender a sus estudiantes. Una especie de coyotaje donde están involucrados clínicas y hospitales privados de renombre.

Del dolor abdominal a un posible gasto de urgencia superior a los 125 mil pesos, Mariana ahora recuerda con una leve sonrisa su experiencia, y se encarga de advertir a cuantas personas pueda de los riesgos de caer de urgencia en manos de un mercenario especialista de la salud. Extraña paradoja.

Reflexiones acerca de una elección (coloque aquí el tipo de proceso) _____________________ cualquiera, ilustradas con 5 canciones.

1. Homo homini lupus. Una elección ______________, en todos sus niveles, es el crisol de los horrores más inusitados de los seres humanos. Un vertedero de los complejos rancios que distinguen a los seducidos de poder, a los esbirros del sistema nepotista y corrupto del sistema en turno. Antes iban de profetas, ahora el éxito es su meta, mercaderes, traficantes, más que rabia dan tristeza…

2. We live in a political world. La elección está dirigida al bienestar de los portadores del poder en turno; los electores son un mal necesario. Ni la lealtad, ni el beneficio al elector, ni la fraternidad, ni el amor tienen lugar en el proceso político. La vida está en la administración de las percepciones y de las mentiras de los candidatos ulteriormente elegidos. Más que valentía, impera la más vergonzante de las cobardías, aquella capaz de todo por dinero. Es precisamente esa cobardía la que al final sale triunfante en medio de un tufo corrupto, demagógico, estridente y estúpidamente silencioso.

https://vimeo.com/79138737

3. En este sistema lo importante no son los talentos sino los contactos. Los elegidos son pequeñas ratas de ciudad que promueven no una revolución al sistema, sino una perpetuación de su zona de confort. El elector es un asalariado en plena movilidad de clase, así tenga que ser semidiós, farsante o bufón. En su panorama no existe el consenso, solamente sus cuates. El triunfo de la Revolución es, pues, una institucionalización demagógica, del espionaje y de la persecución, una ley fuga trasladada a la difamación cobarde en la arena de las redes sociales. La elección por el otro es una herejía, un crimen de alta traición, el pretexto para la conflagración y la crucifixión.

4. El traje nuevo del pequeño emperador. Nuestro sistema democrático presume una discapacidad original: el ganador de la elección no necesariamente es el candidato que la mayoría eligió. La mayoría es relativa, pero el elegido no lo entiende ni lo quiere entender. Sin embargo, el pequeño emperador deviene en semidiós. Más que un gestor, el pequeño emperador es el fondeador de la corrupción, un hacedor de favores, un berrinche institucional, un lacayo del sistema, el nacimiento no deseado de la partida presupuestal. Y odia, porque él cree que es especial, que está a un nivel famélicamente superior al resto de los imbéciles que yacemos en esta estupefacta cotidianidad. Y odia como la mayoría de los seres que creen ser especiales.

5. No es líder, es un simple mandamás. El candidato/elegido/ungido no gestiona, manda; no regula, limita; no propone, regaña; no resuelve, hace berrinche; no exhorta, dicta; no une, destruye; no asume, presume; no administra, improvisa; no resuelve, empeora la situación; no asume su responsabilidad, busca culpables; no actúa, reacciona; no opina, censura; no olvida jamás porque no es un caballero, guarda rencores y se venga a toda costa. Además pide constantemente aprobación de los demás (sobre todo de su séquito), es incapaz de pedir y ofrecer disculpas, detesta estar frente a conflictos extremos y espera a que su séquito los resuelva, es conservador no ideológicamente hablando, sino desde el más vulgar de los pragmatismo: pretende conservar el sistema que lo mantiene en el poder…

Y tiene un pésimo sentido del humor.

Carta abierta a los candidatos a un puesto de elección popular. Una humilde réplica de ciudadano a ‘ciudadano’.

Candidatos:

Indefectiblemente, como cada tres años, ya comenzó oficialmente el periodo de campañas electorales, de esto que aún muchos efusivos y no menos ingenuos optimistas se obstinan en llamar la fiesta de la democracia. A propósito de lo anterior, y con la firme convicción de que a Ustedes no les interesa ni les interesará mi opinión, les comparto con humildad las siguientes impresiones, con el único afán de ejercer con sobriedad un derecho fundamental.

Iniciaron sus campañas políticas, esas estrategias onerosas, anquilosadas y obsoletas que torpemente Ustedes se obstinan en replicar. La única diferencia de las campañas de los años ochenta (a ese referente alcanza mi edad) con las actuales acaso sea la presencia del INE, un árbitro lerdo y permisivo, pero árbitro al fin. Sin contar al INE y a sus respectivas sucursales estatales, las campañas de Ustedes se reducen a una vulgar imposición de maniquíes antipáticos de corte ególatra. Ustedes son famosos por condición más que por convicción, son mesías oportunistas, evangelizadores del erario, esbirros del poder. Aunque parezca absurdo, y a pesar de los rostros lacerados en llanto de señoras que en cada evento masivo gritan el nombre de Ustedes, es necesario recordarles que son candidatos a ocupar un puesto de representación popular, no están haciendo casting para ser dioses.

Rostros, frases tan reconstruidas como vacías, colores ridículamente institucionales que pasarán al olvido ya no por su falta de creatividad, sino por la ausencia de un real interés en cambiar las condiciones de vida de sus representados. Aunque lo nieguen, cada uno de Ustedes ya ganó, sin importar el nivel de estulticia de su campaña y ni sus magros resultados que de ella emanen. Recuerdo a Jaime Escobedo y sus torpes mensajes teledirigidos donde apelaba a equiparar el cariño de su esposa con el ejercicio de la administración pública. O a Armando Rivera quien, engolosinado de desmemoria histórica, ha garantizado de modo oportunista vivir del erario público año tras año. O a los anónimos perredistas, que a la sombra del escarnio, el demérito y el cinismo se han garantizado un conformismo tan repudiable como inútil.

Tristemente no se trata de proyectos sino de prospectos. Más que plataformas, se trata de rudimentos improvisados, refritos de iniciativas federales como si por tener ese carácter ya garantizaran automáticamente su efectividad. Se trata de acarrear votos sin importar literalmente el precio. La gente como carnada y botín, como un ente al que se acude por destajo. Alguna vez escuché a un asesor de campaña priista que el candidato se tienen que ensuciar de naco, refiriéndose a la campaña de a pie (así le llaman Ustedes) que el candidato debe realizar, so pena de no contar con el apoyo popular. Más que escuchar, Ustedes impugnan a la razón mediante a base de verbenas populares: gritos, antojitos, música de banda, bailes y escupitajos demagógicos colmados de paroxismos.

Los candidatos se hacen acompañar por sus esposas y esposos, actores y actrices que legitiman una imagen de familia utópica funcional más por presunción que por convicción. Pero también son acompañados por los medios de comunicación. Lascivos, confianzudos, melodramáticos, arribistas, ridículos, poderosos, los medios dan fe de una realidad que nunca ocurrió ni ocurrirá jamás. Son un microuniverso que construye en paralelo, desde distintas perspectivas y constelaciones, una realidad a modo del candidato y del poder turno. Salvo poquísimas excepciones, y sin importar la plataforma, los medios son efectivamente un poder, a veces el cuarto poder, por momentos el único. Ustedes, candidatos, con sus agendas y directores de comunicación social (¿Comunicación social?) son capaces de reducir a los medios a una vil casa de citas donde la oferta siempre será mayor que la demanda, donde la noticia la dará el candidato que levante el pulgar junto a decenas de personas en pose torpe e ingenua. Lascivos, por su inclinación a satisfacer los deseos del poder. Confianzudos, por aquellos memorables apócopes y pseudónimos: Nacho, Paco, Pepe, Lupe, Pancho…¿Beto, Quique, Obi (por Obama)? Melodramáticos, por su método de la nota rosa y roja: la primera para los pudientes; la segunda para los jodidos. Arribistas, por sus eternas aspiraciones a lograr un hueso en la secretaría de Comunicación Social. Ridículos, por sus efusivas lavativas para cuidarlos a Ustedes, candidatos. Poderosos, por su propensión cínica y cabalmente corruptible. No hace falta dudar, insistir o redundar. A todos nos consta.

Porque más allá de un pulgar levantado, de una fotografía dando un abrazo fingido a un anciano anónimo con sombrero, de una larga y estulta lista de promesas para imbéciles, de un desayuno informativo para mujeres trabajadoras tan frío como el café replicado que obsequian, de una pose antiestética con los brazos levantados que no hace más que desvelar su deplorable convicción ética, lo que la ciudadanía necesita es que nos dejemos de farsas. Mientras Ustedes se convencen de que es buena idea poner a zombies adolescentes (Ustedes les llaman redes) rogando antipáticamente por pegar una calcomanía en los autos de los que podemos tener auto, tamborileando arrítmicamente mientras repiten el nombre de Ustedes en una porra estridente como las mentadas, nosotros los ciudadanos decimos basta de estupideces. Mientras Ustedes despilfarran al son de la sinrazón en miles de carteles, anuncios, mantas, spots, y espectaculares perezosos, en pleno acto de destrucción del ambiente porque, de acuerdo a la lógica de Ustedes, la ciudad es un ente sin voz ni opinión que les pertenece, los ciudadanos decimos que no nos interesan ni sus nombres, ni sus colores, ni sus rostros parapléjicos: lo que la ciudadanía necesita es que se combata ya la corrupción, esa peste antropológica que los ha traído a Ustedes hasta aquí.

Mientras Ustedes, rivales energúmenos de la retórica y el discurso, se empeñan sin piedad en atrofiar a sus acarreados con enésimas frases (prevención del delito, reconstrucción del tejido social, recuperación de los espacios públicos, tolerancia cero, oportunidades para los jóvenes, generación de empleos, estrategias para blindar la seguridad, frente a la delincuencia, apoyo a la educación y un hilarante etcétera), nosotros los ciudadanos decimos ¡basta de patrañas!. Su ignorancia cotidiana no les da derecho de arrastrarnos con Ustedes a su versión iletrada de civilización.

Pero hagamos un trato. Ustedes necesitan más de nosotros que nosotros de Ustedes. A veces resulta tan necesario pensar en Ustedes como un pez piensa en un tango de Gardel. Es tan insulso saber que Ustedes existen. Si no los necesitamos, y vaya que en un régimen democrático hubiéremos de necesitarlos, por lo menos sean útiles para servir. Sean útiles para dar respuesta a nuestro creciente problema de violencia, a nuestro alarmante caos de tránsito, a nuestro improductivo sector educativo, artístico y cultural, a nuestros anillos de miseria que tanta incomodidad les provoca a Ustedes pero que tanto visitan en tiempo de campañas, todos estos aspectos subsidiados por el olvido que Ustedes mismos promueven y fomentan. Sean útiles para servir con proyectos, no con ocurrencias, improvisaciones o caprichos. Sean útiles para servir desde la idea fundamental del concepto SERVICIO, con una organización capaz de cuidar los intereses y satisfacer las necesidades de los que habitamos en esta entidad, vaya obviedad.

Lamentablemente, como cada tres años, al finalizar las campañas, el ganador del botín menor reconocerá al ganador del botín mayor. Se armarán sus fanfarrones séquitos disfrazados de equipos de trabajo. Desaparecerán del plano ciudadano para convertirse en estrellas de la prensa, de la radio, de la televisión, de las redes y de la comunicación social. Desaparecerán las personas que fueron parte de sus redes de apoyo, esos rostros morenos y cansinos de sus seguidores se borrarán de sus memorias para pasar al más cruel del anonimato. Sus salarios serán un vulgar recordatorio para que no olviden ese gesto huraño que portarán cada vez que tengan que inaugurar una obra, presentar una nueva ocurrencia institucional, o hacer como que gobiernan.

Los ciudadanos no somos tan estúpidos como Ustedes creen, o como sus coordinadores de campaña les quieren hacer creer. Tomen en cuentan que gran parte de los ciudadanos tenemos que trabajar. Algunos debemos formarnos obligadamente en nuestros taxis para que nos peguen a la fuerza un pegote con el nombre de Ustedes, so pena de quitarnos la concesión. Otros debemos asistir a trabajar en horarios en los que Ustedes están durmiendo plácidamente en sus semipalacios. No es resentimiento, ni mucho menos desinterés. La mayoría de los ciudadanos de esta entidad estamos trabajando, estamos tratando de ser útiles, pues.

Ojalá, y lo deseo de corazón, me equivoque, ya no para sumarme a las lavativas hipócritas, sino para que por fin tengamos a alguien útil en ese aparato corrupto, perverso, enriquecedor y corrosivo llamado gobierno. Nuestra gente ya ha recibido suficientes golpes, suficientes frustraciones, suficientes provocaciones. El hartazgo es generalizado. Qué mejor oportunidad para optar, de una vez por todas, por una hacer las cosas bien.

Ese insoportable silencio de Andreas Lubitz.

lubitz

Las primeras escenas con las que inicia The Happening (M. Night Shyamalan, 2008) muestran un momento perturbador: personas heterogéneas, comunes y corrientes deciden repentinamente suicidarse. En este momento la película prometía mucho. ¿Qué causaría que, de pronto, las personas decidieran suicidarse en el momento? Con un halo híbrido entre apocalíptico y conspirador, la película se resuelve con un contagio generado a partir del contacto humano con una sustancia que generan las plantas como mecanismo de defensa.

En la mañana del 25 de marzo, un avión de la aerolína de bajo costo Germanwings cayó en los Alpes franceses con 150 personas a bordo. No hubo sobrevivientes. Las primeras investigaciones indican que el copiloto del avión hizo descender voluntariamente la aeronave, de acuerdo a las palabras de Brice Robin, fiscal de Marsella. El copiloto habría presionado deliberadamente el botón de pérdida de altitud.

Minutos antes del impacto, la respiración del piloto era de un «humano normal», es decir, no develaba la posibilidad de que el copiloto sufriera algún tipo de ataque cardiaco. Gritos de pánico, de socorro, de muerte, fueron escuchados minutos antes de la colisión. La mayoría de los viajantes no se percataron de que el vuelo en el que viajaban era piloteado por un asesino con tendencias suicidas, o un suicida asesino, autor de uno de los más grandes crimenes de la historia de la aviación europea.

Andreas Lubitz, de 27 años, originario de una ciudad pequeña entre Düsseldorf y Frankfurt, piloto novel con poco más de 600 horas de vuelo, no aparece en la lista de los más buscados ni hay en su autero haber algún indicio violento o tendencia suicida. Vivía con sus padres y, en no más de tres meses, habría renovado su licencia para volar. Simplemente, aprovechando una salida del piloto, impidió el regreso de éste a la cabina. Ensimismado y respirando, Lubitz simplemente decidió estrellar el avión.

Acaso desde la ficción podemos conjeturar hipótesis que nos acerquen a la verdad. No tenemos más que amargas confesiones auditivas de las cajas negras, limitadas mecanicamente a recoger respiros y gritos para cerrar con un silencio literalmente sepulcral. Imagino en un intimismo trágico la escena, un piloto desesperado por entrar a la cabina de control, un Lubitz con buen parecido, con uniforme perfectamente ajustado, con la sonrisa muerta, con le descaro moral de los «tipos normales», con un elegante laconismo en su mirada, con una canción pop rondando en su mente. Acaso sedente, resignado, callado, con un silencio matizado por sonidos de turbina en desaceleración, tal y como solía comportarse Lubitz cotidianamente.

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