El encuentro de voces: Hay Festival 2017

El encuentro de voces en el Hay Festival Querétaro 2017

Publicado originalmente en el suplemento cultural Barroco número 675, del Diario de Querétaro del 10 de septiembre del 2017. Fotos de Mónica Zárate.

Simon Sebag Montefiore.

“Para mí es una gran alegría que mis libros se estén publicando en español, especialmente para el público lector de México y Latinoamérica” fueron las palabras de Simon Sebag Montefiore (Londres, 1965), autor de Los Romanov 1613-1918 (Crítica, 2016).

Tras la publicación de sus libros de ficción, Sebag Montefiore ha emprendido su viaje por el camino de la Historia con Catherine The Great and The Potemkin, Stalin: La corte de la Estrella Roja, El Joven Stalin, Jerusalén: La Biografía, Titanes de la Historia, así como Los Romanov.

De acuerdo al autor, Angelina Jolie será probablemente la protagonista de Catherine The Great en su adaptación cinematográfica, de acuerdo a información publicada recientemente por The Hollywood Reporter.

En estos grupos, el autor explora las relaciones entre el poder, la personalidad de los líderes, la política y las familias. Asimismo, estos grupos pueden tener una conexión actual por la cuestión de los sistemas y los líderes políticos en Latinoamérica.

Los temas de los liderazgos políticos y el poder como tal son relevantes, los nombres de Trump, Putin, Kim Jong Un, entre otros, dan cuenta de ello.

Los Románov gobernaron Rusia como zares y emperadores durante trescientos años. A través de la fuerza implacable de su personalidad, esta familia de peculiares pero brillantes autócratas, transformó un reino débil y arruinado por la guerra civil en un imperio que dominó Europa. Pedro el Grande, el tirano borracho y asesino, gigante físicamente y reformador político; y Catalina la Grande, la apasionada princesa alemana que derrocó a su propio marido para convertirse en el estadista más sobresaliente de una edad de oro, fueron los dos más grandes gobernantes de Rusia. Elizaveta, que era tan promiscua como glamurosa, continuó el ascenso de Rusia como una potencia europea; más tarde los irresponsables y desequilibrados Pedro III y Pablo I fueron asesinados. Nicolás I censuró a Pushkin, se nombró a sí mismo Gendarme de Europa y luchó en la guerra de Crimea con Gran Bretaña. Finalmente, Nicolás II y Alexandra, a pesar de su feliz matrimonio y la tragedia de su hijo hemofílico, resultaron ser demasiado ineptos para salvar a Rusia de la Gran Guerra y revolución.

Hablando específicamente acerca del poder en Rusia, en el contexto del próximo centenario de la Revolución Rusa, el autor destaca que tres aspectos: el primer punto es investigar al respecto de estos temas, algo que siempre ha interesado al autor.

El segundo aspecto importante es interpretar correctamente y escribir respecto a eso. Yo escribo mis libros Yo quiero hacer mis libros accesibles y comprensibles para todos, incluso para mi madre, que entienda, comprenda y disfrute de estos temas.

 

Norman Ohler.

De acuerdo a Norman Ohler (Alemania, 1970) fue en na conversación casual con un amigo DJ, en la que este mencionó que los nazis vivían drogados, fue el detonante de la investigación más importante emprendida hasta ahora por el periodista alemán Norman Ohler. Para corroborar la veracidad de este dato, el autor se metió de cabeza en los archivos federales de Alemania y Estados Unidos durante cinco años. Sus hallazgos desvelan una parte de la historia del nazismo. Por un lado, ahonda en lo que era un secreto a voces: la drogadicción de Adolfo Hitler. Su médico personal, Theodor Morell, lo mantenía activo con 74 productos diferentes, que incluían desde la inyección de esteroides hasta un producto farmacéutico similar a la heroína. Por otro, revela que los soldados alemanes que participaron en las campañas relámpago de Polonia y Francia recibieron generosas dosis de una metanfetamina, patentada en 1937, que los mantenía despiertos durante un par de días. Las drogas decidieron el curso inicial de la Segunda Guerra Mundial.

Sobre el estado Nazi se había escrito de todo, o al menos eso era lo que se pensaba, sin embargo, no es sino hasta hoy cuando se aborda de manera ampliamente documentada el insospechado consumo de la llamada “droga del horror” o “crystal meth”, como se le conoce coloquialmente, lo cual podría explicar muchas de las decisiones que se tomaron durante el Tercer Reich. Los resultados de la investigación de Ohler se plasman en el libro High Hitler (Crítica, 2015), un libro en donde el autor presenta argumentos para fortalecer la hipótesis de que Hitler era un adicto a las metanfetaminas y a otros opiáceos fuertes: “De hecho, fue en el ejército Nazi en donde se inició el consumo de las metanfetaminas”.

El régimen que Hitler dirigió actúo de manera hipócrita, afirma el autor, ya que, aunque oficialmente estaba prohibido, el consumo de drogas tuvo un fuerte encubrimiento al interior de las tropas nazis.

 

Hanif Kureishi

Enfundado con la playera con la imagen de Blackstar del último disco de David Bowie, Hanif Kureishi (Bromley, UK, 1954) habló con BARROCO acerca de su corta, pero profunda amistad con David Bowie: “tuvimos una amistad de cerca de tres años, cuando escribió la música para la adaptación cinematográfica de El Buda de los Suburbios (Anagrama, 1990). Era un hombre hermoso, intenso, interesante”.

A la distancia, y tras celebras los primeros veinticinco primeros años del libro que lo llevó a la fama mundial, Kureishi nos relató su experiencia como hijo de migrantes, la muticulturalidad, la migración y la literatura como forma de vida: “es la primera vez que visito México. Es un lugar muy emocionante”.

El motivo de su visita ni siquiera él lo tenía claro: “El motivo principal por el que estoy aquí es para conocer México, para echar un vistazo. Estoy muy nervioso, porque sé que hubo un huracán en el Caribe, y hubo una alerta de Tsunami por el terremoto de ayer en la noche. Así que espero que valoren mi visita y participación”, dijo el autor con su distintiva ironía.

Y agregó: “Sé que soy parte del programa, aunque no sé de qué ni con quién voy a hablar”, dijo el también autor de Intimidad (Anagrama, 2005), quien tendrá participación junto a Guillermo Arriaga para hablar acerca de cine y literatura.

A 25 años las cosas han cambiado mucho.

 

César Aira.

En contraste con los libros extensos, gordos por el extenso número de páginas, “lo mío tiene más de poesía que de narrativa estricta. Hay una densidad que lo hacen un poco imposible tanto para el autor como para los lectores, seguirlo más allá de esas pocas páginas. Las historias que a mí se me ocurren tienen ese formato de menos de cien páginas”, dijo César Aira (coronel Pringles, Buenos Aires, 1949) autor de más de sesenta libros que, en su gran mayoría, se distinguen por ser libros delgados, “elegantes libros delgados” de acuerdo a sus propias palabras.

Con frecuencia, Aira refire que prefiere la búsqueda de una estética vanguardista en la que, en lugar de editar lo que ha escrito, se involucre una «fuga hacia adelante» para improvisar una salida de los rincones en los que se escribe. Aira también busca en su obra el continuo de un movimiento constante en la narrativa ficticia. Como resultado, sus ficciones pueden saltar radicalmente de un género a otro y, a menudo, despliegan estrategias narrativas de la cultura popular y géneros «subliterarios» como la ciencia ficción de la pulpa y las telenovelas de televisión; por otra parte, frecuentemente se niega deliberadamente a ajustarse a las expectativas genéricas de cómo debe terminar una novela, dejando muchas de sus ficciones completamente abiertas.

“Por alguna extraña perversión, tanto autores como editores prefieren libros gordos. Yo tengo una hipótesis y es que los lectores que no son lectores asiduos, cuando entran a una librería, por ese mandato social de que los libros son buenos y de que los libros le hacen bien a la gente, se sienten desconcertados. Entonces, eligen el libro más gordo que encuentran para no tener que ir a una librería en varios meses”.

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Apuntes para un incipiente escritor de cuentos*

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Publicado originalmente en el suplemento cultural Barroco número 646, del Diario de Querétaro del 19 de febrero del 2017.

  1. No existe ni existirán dos cuentos con estilos iguales. El cuento puede estar escrito en modos infinitamente distintos.
  2. Algunos cuentos se resumen de manera clara y concisa a modo de anécdota.
  3. Otros cuentos no son otra cosa que anécdota.
  4. Una anécdota es, a lo sumo, un relato breve de un hecho que resulta curioso. Puede expresarse como ilustración, ejemplo o entendimiento.
  5. Pero recuerda, la anécdota también es el argumento de una obra.
  6. Algunos cuentos tienen un desarrollo que está formado por secuencias abruptas de acciones que se enlazan hasta llegar al clímax.
  7. Otros, en cambio, dan cuenta de una vida oblicua y tangencial, es decir: presenta desviaciones respecto a un tema o personaje.
  8. Existen cuentos en los que parece que el autor los hubiese parido de la vida misma: aún conservan frescas las huellas de su nacimiento.
  9. Hay cuentos que son simples episodios sueltos; su significado puede ser hermético para el mundo o reservado para algunos cuantos.
  10. Hay personas para las cuales lo mejor y más querido que tienen es algún tipo de enfermedad del cuerpo o del alma. La cultivan a lo largo de toda su vida y viven sólo para ella; la padecen, pero se alimentan de ella, se están quejando siempre de esa dolencia ante los demás y de ese modo atraen su atención. Así se ganan la compasión de la gente, pero aparte de eso no tienen nada. Si los librásemos de su enfermedad, si los curásemos, haríamos de ellos unos desdichados, al privarlos de lo único que daba sentido a su vida: se quedarían vacíos. A veces la vida de un hombre es tan mísera que se ve forzado a apreciar su mayor defecto y a vivir para él. Puede decirse que a menudo la gente se vuelve depravada por puro aburrimiento.
  11. Sí, la anterior cita proviene de un cuento, “Veintiséis hombres y una muchacha” de Máximo Gorki.
  12. Cuentos alegóricos: una virtuosa antología de metáforas que construyen una idea compleja.
  13. Cuentos especulativos: ahora se les conoce como ciencia ficción, fantasía, terror, ficción distópica, ficción utópica, ficción apocalíptica y la llamada ucronía.
  14. Cuentos reflexivos: cuyo reflejo puede ir o no emparentado con la cotidianidad de quien lee y de quien lo escribe.
  15. Cuentos pictóricos: un pictograma, por ejemplo.
  16. Cuentos ingeniosos: ¿conoce, Caro Lector, los cuentos de Andrés Neuman?, ¿ha leído “Las furias de Menlo Park” de Ignacio Padilla?
  17. Cuentos psicológicos: no, no son terapéuticos. Suelen ser contraproducentes.
  18. Cuentos que parecen trozos de un reportaje.
  19. No, un reportaje no puede ser un cuento en sentido estrictamente literario.
  20. Cuentos que dicen todo mientras aparentan no decir nada.
  21. La nada (o el todo) puede ser un tema para un cuento.
  22. Nota mental: Lea “El todo que surca la nada” de César Aira.
  23. Todos los cuentos son aceptables. De acuerdo a E. H. Bates, todos los cuentos son parte del desarrollo del cuento moderno.
  24. Los críticos (esos seres tan deleznables como necesarios) se encargarán de hablar de esos cuentos y les darán vueltas, muchas vueltas… pero jamás podrán definir esa virtud llamada equilibrio, un guiño expresivo que delata el instinto del escritor.
  25. Por dicho equilibrio, un cuento deberá de sopesarse en las manos. Con arte cuasi curatorial, deberá de pasar bajo una prueba de estética e intuición.
  26. Quizás deba enmarcar esta frase, Caro Lector, o, al menos, trazarla con marcatextos: el equilibrio del cuento puede ser destruido por una sola frase superflua, por una palabra.
  27. El adjetivo que no da vida, mata. Me dijo alguna vez Francisco de Paula Nieto. Parafraseaba a Huidobro.
  28. La prueba crítica de la forma del cuento consiste en observar a un escritor que trama su cuento pieza por pieza, como alguien que construye una torre de cerillos, y que llega el momento en que siente consciente e instintivamente cuál será el último, y en qué momento la torre no soportará más.
  29. Si un cuento pasa la anterior prueba, ha superado todas las pruebas.
  30. Sí, la Biblia es mejor desde su perspectiva narrativa. Ruth, la parábola del hijo pródigo, Susana, Jonás, son solo algunos ejemplos emblemáticos de la vocación cuentística de la subvalorada Biblia.
  31. Imitar a Roberto Bolaño es un ejercicio interesante y útil, pero no sonarás como Roberto Bolaño, acaso como un impostor.
  32. La novela no es un arte superior al cuento. Mientras ésta se puede permitir el recreo de escenarios, el cuento acude a la concreción de universos.
  33. No puedes morir antes de leer “La princesa y el guisante” de Hans Christian Andersen.
  34. “La dama del perrito” puede arrancarte lágrimas o añorar un amor así. Sí, es de Chéjov.
  35. Joyce es Joyce. Finnegans Wake es quizás la perfecta conjunción entre desafío y lectura lúdica.
  36. Mientras haya escritores de cuentos que puedan pasar la prueba del equilibrio, el cuento sobrevivirá sin importar su forma.
  37. El cuentista que espera que su lector revele signos de audacia artística, morirá en la espera.
  38. Pero nunca escribas para tus contemporáneos, como decía Augusto Monterroso, ni mucho menos para tus antepasados. Escribe para la posteridad.
  39. En la literatura no hay nada escrito aunque ya todo esté escrito.
  40. El lector que por error recibe un libro de cuentos en vez de la novela que pidió se sentirá estafado, porque la novela está de moda.
  41. En Querétaro no hay revistas literarias. Mucho menos una revista dedicada exclusivamente al cuento. Y vaya que hay escritores que fomentan el arte del cuento. ¿Conoce, Caro Lector, a Fernando Tamariz?
  42. A continuación, un cuento, aunque en realidad se trata de un microrrelato que, no obstante, pasa la prueba del equilibrio. Se titula “El emigrante” de Luis Felipe Lomelí:

«El emigrante»

-¿Olvida usted algo?

-¡Ojalá!

  1. Juan Pedro Aparicio escribió el que quizás es el microcuento más corto de habla hispana, consta de una palabra:

“Luis XIV”

Yo.

  1. Parafraseando a Hemingway: si ningún bien puede resultar de los tiempos aciagos por los que atravesamos, al menos producen cuentos.
  2. ¿Y si la idea que tienes en mente la conviertes en cuento?

* Texto inspirado por la lectura del siempre imprescindible Lauro Zavala, Teorías del cuento I. UNAM, 1995.

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