Hoy es el primer día de clases pero no me presentaré al colegio. Al menos en este ciclo escolar. Más me vale no pensar tanto en la emoción de ver nuevamente a mis compañeros, en conocer nuevas materias, en reencontrarme con nuevos y antiguos maestros. Debo de autocontrolarme para evitar pensar en Enrique y en sus interminables invitaciones a tomar café.
Pienso que soy un fracaso porque, mientras yo estoy aquí, sola en casa viendo televisión, recostada en el sofá, mis compañeros están verificando sus horarios, inscribiéndose a los talleres artísticos y a las actividades deportivas. Definitivamente soy la peor versión de mi misma. A eso hay que agregarle un incremento en mi talla de pantalón.
Mientras observo cómo cantan y bailan los estúpidos conductores del programa de revista en la televisión, me arrepiento de haberme comportado más estúpida que ellos, aunque parezca imposible. ¿Que cómo consegui semejante proeza? No fui a la farmacia a comprar condones porque me daba pena. Aún recuerdo las palabras de mi madre: «Pero no te dio pena abrir las piernas, ¿verdad?».
Rabia y pena con una horrible mezcla de impotencia fue lo que me provocó el haber visto llorar a mi padre. Lloraba no como un niño, sino como una mujer deshauciada. Recuerdo que al enterarse no emitió ninguna palabra, solamente noté que se derrumbaba por dentro. Su sonrisa se ha roto para siempre, de eso puedo estar segura.
No sé qué es más grave: el no haberme dado cuenta de mi embarazo sino hasta tres meses después, o el no tener la certeza de quién es el padre. ¿Acaso se puede llegar a semejante nivel de estupidez?
Nota:
En Querétaro ya somos primer lugar en embarazos en mujeres preadolescentes.
http://www.oem.com.mx/diariodequeretaro/notas/n3917966.htm