Gracias, Sergio.

Publicado originalmente en el suplemento cultural Barroco número 653, del Diario de Querétaro del 2 de abril del 2017.

Hacia la mitad de la década de los noventa los ojos del escrutinio público estaban volcados al fenómeno zapatista. La polarización política se alimentó de la violencia de los años 1994, 1995 y de las crisis económicas de entonces. Fuga de divisas, trataban de explicar con eufemismos los comentaristas especializados.

De fondo, había un fenómeno al que pocos o casi nadie le había dedicado su atención: los asesinatos de Ciudad Juárez. Para el periodista Sergio González Rodríguez este fenómeno cobró principal relevancia después de que una amiga muy cercana a él fuera asesinada en Chihuahua, quien en ese tiempo se desempeñaba como periodista para la revista Biblioteca de México, y editor y fotógrafo de la revista Luna Córnea, en donde tuve primer contacto con su trabajo visual y escrito, y en el periódico Reforma, medio que lo envió como corresponsal a Chihuahua para iniciar sus investigaciones acerca del asesinato de mujeres. En 1995 tuvo su primer viaje a Ciudad Juárez.

En su columna para El Universal del jueves 6 de abril, titulada “Sergio y las muertas” Héctor de Mauleón recordaba a Sergio tendido en la cama del hospital tras una golpiza que un grupo de sujetos le propinó al interior de un taxi en la Ciudad de México, a raíz de las investigaciones que Sergio llevaba a cabo.

En éste su Libro de Cabecera de nuestro suplemento BARROCO, número 595, del 7 de febrero del 2016, repasábamos el libro Huesos en el desierto (Anagrama, 2006), trabajo periodístico que recoge el producto de las investigaciones en torno al asesinato sistemático de mujeres en Ciudad Juárez.

En una de tantas tertulias, el poeta y amigo José Homero (Minatitlán, 1965) nos acercó una perspectiva distinta a Sergio desconocida hasta entonces por mí: un periodista apasionado que ha sabido integrar la investigación periodística a su discurso narrativo.

Es quizás por esta virtud particular de González Rodríguez que su discurso se ve influido por un halo de violencia cotidiana puesto en perspectiva desde la estética narrativa. Este halo ha influido innegablemente a escritores contemporáneos, de entre los que destacan a Emiliano Monge hasta el mismo Roberto Bolaño. Bolaño fue quien se acercó a González Rodríguez para solicitar su “ayuda técnica” en la elaboración de la inmensa novela 2666: “una metáfora de México y del pasado de México y del incierto futuro de toda Latinoamérica. Es un libro no en la tradición de aventura sino en la tradición apocalíptica” (Montoya y Esteban, Entre lo local y lo global: la narrativa latinoamericana del cambio de siglo, 1990-2006, Iberoamericana Editorial).

Querétaro recibió en varias ocasiones a Sergio. Unas como comensal en restaurantes taurinos, en el marco del Hay Festival 2016. Otras como miembro del legendario grupo Enigma, en la década de los setenta y, recientemente, el 22 de diciembre del 2012, en el toquín organizado por Circo Volador A. C., en el mismísimo hoyo funky de Felipe Carrillo Puerto que los viera actuar hace casi cuarenta años.

Bajista implacable con su inseparable bajo Rickenbacker, Sergio también fue un punto de encuentro entre voces y posturas tan disímiles. A él llegaban voces como las de Jenaro Villamil hasta del mismo Héctor de Mauleón. Acaso porque el mismo Sergio nunca antepuso algún interés político a su real pasión periodística.

Para no faltar al ámpula anual, reproducimos a continuación la última lista de los mejores libros del año según Sergio González Rodríguez.

Gracias, Sergio.

El mejor libro del año: Luis Villoro, La alternativa. Perspectivas y posibilidades de cambio.

Ensayo: Abraham Cruzvillegas, La voluntad de los objetos; Jaime Labastida, El amor, el sueño y la muerte en la poesía mexicana; Omar Nieto, Teoría general de lo fantástico; Maruan Soto Antaki, Reserva del vacío; Ernesto Lumbreras, Oro líquido en cuenco de obsidiana; Guillermo Sheridan, Habitación con retratos; Antonio Calera-Grobet, Sobras completas; Néstor García Canclini, El mundo entero como lugar extraño; José Woldenberg, La voz de los otros; Mario Casasús, Ignacio Manuel Altamirano en Morelos (1853-1901); Hugo Gutiérrez Vega, Otras voces, otros ámbitos; Evodio Escalante, Las metáforas de la crítica; Pedro Serrano, Defensas.

Ensayo político: Israel Covarrubias, Los espejos de la democracia; Froylán Enciso, Nuestra historia narcótica; Raúl Trejo Delarbre, Alegato por la deliberación pública; Enrique Díaz Álvarez, El traslado; Fernando Escalante Gonzalbo, Historia mínima del neoliberalismo; José Manuel Valenzuela y Rossana Reguillo, Juvenicidio; Enrique Krauze, El nacimiento de las instituciones.

Testimonio: Delia Juárez, edit., Así escribo; Orlando Ortiz, Jueves de Corpus; Julián Herbert, La casa del dolor ajeno; Sara Sefchovich, El cielo completo; Wilbert Torre, El despido; Leonardo da Jandra, Diarios (1999-2012); Julio Trujillo, Atajos y rodeos; Fernando Solana Olivares, Viernes.

Crónica: Héctor de Mauleón, La ciudad que nos inventa; Fabio Morábito, También Berlín se olvida; Jenaro Villamil, La caída del telepresidente; Alejandra S. Inzunza, et al., Narcoamérica; Juan Carlos Reyna, et al., Demasiados lobos andan sueltos; Daniel Lizárraga, et al., La casa blanca de Peña Nieto; Diego Olavarría, El paralelo etíope; Rogelio Villarreal, ¿Qué hace usted en un libro como éste?; Antonio Bertrán, Chulos y coquetones; Diego Enrique Osorno, Slim; Francisco Goldman, El circuito interior; Juan Villoro, Paco Ignacio Taibo II, et al., La travesía de las tortugas; Emiliano Ruiz Parra, Los hijos de la ira.

Edición conmemorativa: Mariano Azuela, Los de abajo (Víctor Díaz Arciniega, edit.); Salvador Elizondo, Diarios 1945-1985.

Premio Verborrea Insufrible o Pobres Bosques: Francisco Martín Moreno, México engañado (600 páginas para mostrar que los libros de texto de la SEP están equivocados, ¡puaf!).

Arte y fotografía: Ana Casas Broda, Itala Schmelz, Gerardo Montiel Klint, et al., Develar y detonar; Daniel Lezama, Árboles de Tamoanchan; David Fajardo Tapia, Bandidos, miserables, facinerosos; Dulce María de Alvarado, Performance en México: 28 testimonios, 1995-2000; Aurora Noreña, Ondulaciones sobre el puente; Alejandro Magallanes, et al., La delgada línea que divide el lado derecho del izquierdo.

Cuento: Gabriela Jáuregui, La memoria de las cosas; Luis Jorge Boone, Cavernas; Gabriel Bernal Granados, Murallas; Daniela Bojórquez Vértiz, Óptica sanguínea; Bernardo Fernández “Bef”, Escenarios para el fin del mundo; Alberto Chimal, Los atacantes.

Novela: Emiliano Monge, Las tierras arrasadas; Elena Poniatowska, Dos veces única; Alberto Barrera Tyszka, Patria o muerte; Élmer Mendoza, Besar al detective; L.M. Oliveira, Resaca; Gabriel Santander, La venganza de las chachas; Fabrizio Mejía Madrid, Un hombre de confianza; Julio Patán, Negocio de chacales; Hernán Lara Zavala, Macho viejo; J.M. Servín, Al final del vacío; Antonio Ortuño, Méjico; Sandra Lorenzano, La estirpe del silencio.

Poesía: Carmen Boullosa, Hamartia (o Hacha); Jorge Esquinca, Cámara nupcial; Rocío Cerón, Nudo vórtex; Luigi Amara, Nu)n(ca; Feli Dávalos, Mongolia; Julia Santibáñez, Rabia de vida; Eduardo Milán, Donde no hay; Julio Eutiquio Sarabia, El tenue rededor del mundo; Ana Rosa González Matute, Brizna de hierba; Héctor Carreto, Testamento de Clark Kent; Roberto Tejada, Todo en el ahora.

Primera novela: Bruno H. Piché, Los hechos; Verónica Gerber, Conjunto vacío; José Manuel Cuéllar Moreno, Ciudademéxico; Eduardo de Gortari, Los suburbios; Vicente Quirarte, La isla tiene forma de ballena; Roberto Wong, París D.F.

Antología: Eduardo Antonio Parra, comp., Norte; Orfa Alarcón, et al., El silencio de los cuerpos; Juan Domingo Argüelles, Breve antología de poesía mexicana; Carlos Martínez Rentería, et al., De equivocaciones y barbarie; Cristina Rivera Garza, et al., Con/dolerse.

El peor libro del año: Rossana Fuentes Berain, México 2020 (Medalla de Oro de Candidez Ultraliberal).

 

Anuncio publicitario

Narcotráfico: del tabú al fetiche.

Del tabú al fetiche.jpg

Publicado originalmente en el suplemento cultural Barroco número 595, 7 de febrero del 2016.

El fenómeno social del narcotráfico se coló en la cultura y arte latinoamericanos de manera sutil y definitiva. Colombia y México son las máximas representaciones de este fenómeno, donde se dio un tratamiento distinto en comparación con Al Capone en EEUU. En nuestro país la lírica de los corridos, las narrativas de carácter épico, los guiños con la novela negra, exposiciones plásticas que incorporan pigmentos hemoglobínicos y las recientes series de televisión, han contribuido de distintas maneras a que vayamos del tabú a la fetichización.

Entre el susto y el gusto han emergido constructos narrativos de los relatos de violencia, ya sea bajo la estigmatización de la apología del delito, por el oportunismo político del momento, o por la fascinación que deslumbra a nuestro estilo de vida cotidiano.

Y no, caro lector, no se trata de exigirle una explicación casuística acerca del fenómeno del narcotráfico a Rosario Tijeras (Seix Barral, 2004) de Jorge Franco o a La virgen de los sicarios (Punto de Lectura, 2005) de Fernando Vallejo. Pedir cuentas a la Literatura acerca de un fenómeno social propio de las Ciencias Sociales podría redundar en una acción falaz carente de sustentos epistemológicos.

Frente a la fetichización y la banalización de los personajes hechos celebridades, resiste la memoria y el denuedo de la realidad. El advenimiento masivo de memes y entrevistas pírricas que igual caben en la libertad de expresión como en la iniquidad oportunista, pueden ser puestos en perspectiva desde investigaciones propias del periodismo contemporáneo, un esfuerzo por alfabetizarnos en el fenómeno de la violencia del narcotráfico. Veamos.

De acuerdo al exhaustivo perfil criminal de Joaquín Guzmán Loera, alias “El Chapo”, que elaboró la PGR en 1993, éste resultó ser un hombre “egocéntrico, narcisista, astuto, perseverante, tenaz, meticuloso, selectivo y hermético”. Manifiesta una “capacidad criminal alta y una adaptabilidad social media alta que le ha permitido crear redes de lealtad y complicidad”. Son tres rasgos de su personalidad que lo destacan del resto de los narcotraficantes: ingenioso, manipulador y encantador: un maestro en el arte de la seducción.

Pero detrás de aquél rostro deferente, amable, y muy lejano a las supuestas obras de caridad que ha realizado en la comunidad donde vive o lleva a cabo sus actividades criminales, existe y pervive un hombre cruel, una persona que antepone su beneficio propio sin importarle que afecte a otros. Sus relaciones interpersonales se distinguen por ser superficiales y de carácter explorador. Su comportamiento criminal es capaz de llevarlo a causar daño físico de manera casual y sin pensarlo debido a que las necesidades y los sentimientos de los demás no tienen relevancia ni sentido inmediato para él.

El retrato del perfil criminal de “El Chapo” devela fallas notables en el control de sus impulsos, tanto sexuales como agresivos, y presentaba desde aquel entonces una notoria baja tolerancia a la frustración. Es conocido que cometió innumerables excesos en los penales donde previamente estuvo recluido, todo a cuenta de su inagotable poder corruptor.

Lo anterior lo encontramos en Los señores del narco (Grijalbo, 2010) de Anabel Hernández, una lectura imprescindible que debería tener el carácter de libro de texto gratuito. Una investigación ampliamente documentada sobre el desarrollo estratosférico del narcotráfico en nuestro país bajo el amparo de las complicidades de movimientos armados en Latinoamérica y de los tres órdenes de gobierno.

Parecería un lugar común hablar de la complicidad del gobierno con el narcotráfico, pero la documentación de Hernández ofrece detalles que dan fe de dicha complicidad. El cártel incomodo (Grijalbo, 2011), de José Reveles; y Marca de sangre (Planeta, 2010) de Héctor de Mauleón, ratifican lo anterior.

Fue un encuentro fortuito entre el narcotraficante Osiel Cárdenas Guillén y los agentes Joe DuBois, de la DEA, y Daniel Fuentes, del FBI. Un movimiento equivocado y lo que se estaba llevando a cabo como una negociación podría devenir en una carnicería. “Si no nos dejas ir, el gobierno de los EEUU te perseguirá hasta la tumba” dice uno de los agentes a Cárdenas Guillén, mientras éste apunta con una pistola en la cara al agente. El narcotraficante accede y deja el libertad a los agentes, pero a partir de ese hecho las autoridades estadounidenses ofrecen una recompensa de 2 millones de dólares por la cabeza de Cárdenas Guillén, quien tras enterarse de esto estalla en paranoia.

Cárdenas Guillén aumenta su fuerza paramilitar. Con desertores y corruptos del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (GAFE) construye su ejército. Irónicamente el GAFE tenía la misión de cazar delincuentes como “El Mata Amigos”, como se le conoce a Cárdenas Guillén. Así nacen los Zetas, ejército privado de Osiel bautizado así porque “Z” era el código utilizado por los elementos del GAFE para comunicarse entre sí por radio.

Lo anterior se narra en CeroCeroCero (Anagrama, 2014) de Roberto Saviano, para quien “escribir sobre la cocaína es como consumirla. Cada vez quieres más noticias, más información, y las que encuentras son suculentas, ya no puedes prescindir de ellas. Eres addicted. Aún cuando remiten a un esquema general que ya has comprendido, esas historias fascinan por sus detalles. Y se te meten en la cabeza, hasta que otra -increíble, pero cierta- ocupa el sitio de la anterior”.

En reciente su visita a México, en agosto del año pasado, Saviano señalaba en entrevista que “el sector empresarial mexicano no experimenta placer alguno en ver al país en manos de los traficantes de drogas, pero también sabe que con un Poder Judicial y una policía tan débiles como son los de ahora, cada problema se puede resolver con dinero, mientras que mañana debemos resolverlos actuando legalmente y con el riesgo a tropezar con una justicia propia”.

El caso del asesinato masivo de mujeres en Ciudad Juárez es un fenómeno social vinculado al narcotráfico. Abdel Sharif Sharif, el eterno presunto asesino de mujeres, quizás fue el chivo expiatorio idóneo para un caso que nunca tuvo una la suficiente atención. En el advenimiento del siglo XXI, por cada 9 hombres víctimas de homicidio doloso se mataba a una mujer. En comparación con el resto del país, en Ciudad Juárez, Chihuahua, esta proporción aumentó a cuatro asesinadas.

A pesar de que se presume que el 80% de los más de 300 homicidios contra mujeres en la última década han sido resueltos, en Huesos en el desierto (Anagrama, 2006) de Sergio González Rodríguez, se evidencian las omisiones de las autoridades, la imposibilidad de hacer cumplir la ley y su incapacidad para aplicar justicia. El libro, una entrecruza de documentos y testimonios, ubica el límite entre lo delincuencial y el feminicidio, la existencia de una centenar de asesinatos en serie bajo el amparo de la impunidad y la corrupción, en una ciudad que presumía de bonanza económica y crecimiento sustentado.

Más allá del petardo que gritamos con el tronar de la tuba y lejos de la amplificación de nuestros anhelos vilipendiados por una serie de televisión, está el criterio y la memoria: la invitación a hacer frente a la amnesia, a la fetichización, a la banalización y a la idolatría sigue abierta.

NOTA: el tema de este texto no tiene intención crítica. Acerca de CeroCeroCero de Roberto Saviano recomiendo leer: Saviano y el plagio.

Real State Solutions

Encuentra la agencia inmobiliaria ideal para ti

EL EXENTO

Periodismo Joven

Zoon Politikon Mx

Zoon Politikon México es un espacio para el análisis y la crítica política.

jllopart

la poesía es libertad

Paraísos Artificiales

MI VIDA ES UNA PIEDRA LANZADA AL ESPACIO...

neto meza

disparates, cuentos y elucubraciones

LENGUA NATIVA

Enmanuel R. Arjona

Misecretosdehoy

Qué bonita la vida.

Islas de Papel y Tinta

Editorial de fantasía, ciencia ficción y terror

Mrinalini Raj

I LEAVE YOUR ROAD TO WALK ON MY GRASS.

Adrian Gaston Fares

Ciencia ficción, historias asombrosas y un chico único, como dice su psicóloga, con ustedes: Adrián Gastón Fares, escritor y director de cine.