«Minions (2015)» es una película de las que personalmente denomino «popcorn movie» porque, efectivamente, tiene alta probabilidad de que sea más disfrutable en el cine, con todo lo que ello implica. Pero además, es una clara referencia por la analogía con el alimento chatarra.
La película es un intento vulgar y cínico por hacerse del dinero veraniego de los padres. Es muy probable que los principales espectadores, los chicos, se la pasen bien con una colección de gags bastante gastados, con lugares comunes de referencia geográfica, y con improperios escatológicos propios de los personajes. Pero más allá no hay nada.
No se ofrece una explicación interesante y atractiva acerca de su origen. Queda comprobado que, como personajes protagónicos, los minions no son capaces de soportar una trama por sí mismos, de hecho se extraña al buen Gru. Un ápice de explicación apela a que los minions estarán a las órdenes de un amo villano, pero no se justifica la razón ni en términos morales, ni en el ámbito dramático.
La ausencia más terrible es la nula existencia del discurso emotivo dramático presente en «Mi Villano Favorito 2». Asimismo, no hay un mensaje o moraleja que funcione como anclaje emotivo, por lo que es bastante probable que se devenga en un blokbuster altamente olvidable. A lo anterior, cabe añadir que no hay personajes interesantes que influyan o determinen la trama a favor de los protagonistas.
El doblaje para Latinoamérica, quizás la última oportunidad para el filme, va de lo ridículo a lo insoportable. Ricky Martin se debería de llevar un razzie por su interpretación; Thalía aparentemente imita a Dana Paola en sus doblajes. Ambos son tan anónimos como insufribles, no sería extraño que el espectador termine odiando la película antes de llegar a la mitad.
No obstante, los chicos tienen derecho a acceder a contenidos chatarra, más por un acto democrático que por acercarlos a una experiencia estética. Pero este derecho deberá de estar acompañado de la posibilidad de que los niños comiencen a entrenar un sentido crítico, que quizás se traduzca en un «Mmm, no me gustó, no era lo que esperaba…». Apreciación cinematográfica en ciernes pero con plena aplicación de la crítica en artes.
Lo favorable de la película es que dura 1 hora con 31 minutos. Otro acierto es que el espectador infantil y adolescente tendrán acceso a un repertorio musical quizás desconocido para ellos. No será raro encontrar tags en Shazam de «Got to get you into my life» de The Beatles o «Happy together» de The Turtles. De ahí en fuera, no hay razón para gastar entre 200 y 300 pesos cuando bien podríamos esperar para conseguir esta popcorn movie en el tianguis de los domingos.