“Y tu dolor, mi prójimo lejano,
Es mi más hondo sufrimiento”.
José Emilio Pacheco.
No ahondaré en detalles de la broma macabra que la geografía nacional nos jugó el pasado 7 y, sobre todo, el 19 de septiembre. No esgrimiré metáforas para referirme a la funesta casualidad que recrudece la cicatriz de nuestra efeméride.
No hablaré de la tragedia, pero sí de las oportunidades que se asoman después de ésta.
La tragedia es una oportunidad para derrumbar el mito: en Querétaro la posibilidad de que ocurra un sismo es real y latente. Y más allá de nuestra fascinación torpe y fetichista de vanagloriarse de haber sido testigo del sismo de 1985, o de fustigar con donaire que los queretanos no tenemos ni idea de lo que se siente un sismo, tenemos la inmejorable oportunidad de estar preparados para la eventualidad.
La tragedia es una oportunidad para acostumbrarnos a hacer las cosas bien. El sismo ha evidenciado una vez más que las obras derruidas estaban sostenidas sobre el cimiento de la incompetencia y la corrupción. La línea 12 del metro está al borde del colapso. Las obras de su apuntalamiento y rehabilitación iniciarán este lunes, pero aún no hay fecha para iniciar con la reconstrucción de las ciudades afectadas en los estados golpeados por el sismo. ¿Cómo estamos haciendo las cosas en nuestra ciudad? Aunque por otros motivos nuestras calles estén destrozadas, tenemos la oportunidad de no emular el proyecto colapsado de urbanismo de nuestra querida capital federal.
La tragedia es una oportunidad para enfocar las prioridades y definir el interés en el otro. En el lamentable caso del feminicidio de Mara Castilla, la discusión de la opinión pública se decantó por el sabotaje a la presunta cobertura periodística de Jenaro Villamil. En estos momentos de tragedia el tema es otro, ya tendremos tiempo para hablar acerca del vergonzoso hito mediático de Frida Sofía. Al momento de yo escribir esto y tú leerlo, caro lector, hay personas con graves necesidades aún, en donde la ayuda aún no llega.
La tragedia es una oportunidad para remendar nuestra noción de participación ciudadana. De acuerdo a la plataforma de peticiones Change.org, la petición para que el Instituto Nacional Electoral (INE) done los millones de pesos destinados a los partidos políticos a los damnificados por los sismos del 7 y 19 de septiembre en nuestro país, ha roto todos los records en la historia de la plataforma. Hasta el momento en que escribo esto iban contabilizadas más de dos millones de firmas.
En parte por la presión social, pero sobre todo animados por la efervescencia de los tiempos electorales, PRI, PAN y Morena anunciaron en una especie de subasta de superioridad moral ceder al clamor popular de donar el dinero de sus campañas; el PRI fue hasta el momento el más específico: 25% de lo asignado para su campaña, equivalente a 258 millones de pesos. Recordemos que recientemente el INE había anunciado la asignación de 7 mil millones de pesos en total los partidos.
No hace falta ser analistas políticos para inferirlo: se trata de conseguir votos, no de un ejercicio de filantropía, de humanismo, parafraseando al periodista Luis Roberto Castrillón. Los partidos no están donando su dinero, están devolviendo recursos de quienes pagamos impuestos para las tareas de reconstrucción. Su temor ante eventuales resultados adversos en los procesos electorales por venir es más que evidente. Todos los partidos quieren sacar su raja electoral. En nuestra democracia incipiente, cara y corrupta, donar 25% para apoyar no es suficiente. Sigamos presionando. Ya sintieron el poder de la gente No nos equivoquemos: son votos, no humanismo.
La tragedia es una oportunidad para reflexionar respecto a nuestro concepto de ciudadanía, de nuestra queretanidad. El martes del sismo, en distintos puntos de nuestra ciudad dos vehículos se volcaron por manejar a exceso de velocidad, tendencia cada vez más recurrente en los automovilistas que circulan en nuestra capital. Como conductores no tenemos un protocolo ciudadano de seguridad para ceder el paso a vehículos de emergencia.
Ese mismo día, la desinformación colmó a las redes sociales y al servicio de mensajería WhatsApp al difundirse un audio en el que se daba cuenta de un grupo de hombres armados que había entrado a hacer asaltos múltiples en Plaza del Parque. La paranoia colectiva se viralizó (neologismo propio de nuestros tiempos) cuando varios testigos compartieron en redes sociales videos y fotografías del suceso. Cuando se confirmaron las noticias a través de medios periodísticos serios y de los canales de comunicación de las corporaciones policiacas, el daño por la desinformación ya estaba hecho. Con la noticia del sismo, la paranoia masiva se agravó. No faltó quien decretó el advenimiento del Apocalipsis. Si bien hubo leves indicios de movimiento en algunos puntos de la ciudad (personal de la UNAM reporta que el sismo en Querétaro tuvo una intensidad de entre 3 y 4m), hubo medios noticiosos que informaron que un estacionamiento de la calle Escobedo había sufrido daños a consecuencia del temblor.
La tragedia es una oportunidad para desprendernos de nuestro inútil, ridículo y anquilosado chauvinismo queretano. Para aquellos que se lamentan de que los chilangos vengan a buscar refugio en nuestra ciudad huyendo del sismo, es una oportunidad de integrarnos para renunciar a nuestra invisibilidad hipócrita y abrir los brazos a quienes han decidido, por condición o convicción, ser queretanos. Bienvenidos.
La tragedia es una oportunidad para unirnos sin la penosa necesidad de ser fatalistas. Tenemos la oportunidad de demostrarnos a nosotros mismos de que este país se levanta con y a pesar de sus políticos, pero no necesariamente por ellos.
Tenemos la oportunidad para ser héroes sin olvidar que la filantropía es anónima. Todos debemos ayudar, pero desde la dignidad del silencio virtuoso. Sí, la filantropía es anónima, de lo contrario se convierte en la versión más perversa de la vanidad.
No estoy frivolizando con la tragedia. Una de las más altas responsabilidades morales de los que estamos en el mundo de la cultura y las artes es ofrecer alternativas para sublimar nuestro placer y nuestra felicidad. La tragedia es una oportunidad para recordar que los artistas son/somos el medio no el fin, son/somos personas que ponen sus talentos al servicio del dolor y la tragedia del otro.
Nuestra ciudad es un centro de acopio. A pesar de que en Querétaro abundan personas en estado de abandono, necesidad y desgracia permanente, el dolor de nuestros hermanos lejanos y cercanos es nuestro hondo y compartido sufrimiento.