La aplicación Write or Die 2 te obliga a escribir, sin pretextos o excusas. En lugar de sentarte a esperar a que tus grandes ideas se extingan entre la inmensa masa destructora y distractora de la red, ¡ponte a escribir!
Te presento lo que escribí en cinco minutos:
Una vez al mes. No falta nada. En la libreta de direcciones has capturado cada uno de los perfiles de las chicas que estuviste contactando durante los primeros veinte años de tu vida. Las hay de todas las modalidades: rubias, morenas, gordas, flacas, sumisas y aquellas que son unas verdaderas bombas. Es elocuente pero sobre todo estimulante la manera en la que te refieres a ellas desde el punto de vista del amigo, de editor, del periodista... Sin saber de qué iba realmente este esfuerzo, te dedicaste a citarlas a todas (¿a todas?) en el mismo día, a la misma hora y en el mismo lugar. Te sentiste con toda la seguridad de afrontar ese sentimiento que se abnegaba en tu interior, pero supiste salir a flote de ello. Basta de que la edad mantenga al frente de tus argumentos y te presente ante la vida como un inútil perdedor. Basta de la miseria y la mediocridad de un profesionista fracasado. Basta de mentirte a ti mismo, con ese esfuerzo ufano de querer ocultar los verdaderos sentimientos y pensamientos detrás de esa fachada que se describe con tu nombre propio. En este momento te vas a hacer famoso. Bastará con una decena de notas sensacionalistas por parte de tus cómplices, tus apologistas del delito: los medios de comunicación locales. Y no es difícil, la gente hace cualquier cosa por ser notorios ante otras personas. Recuerda que tienes un perfil falso, y eso ha sido suficiente para que todas las chicas de la agenda se hayan sentido atraídas a tu encuentro. Una no recordaba ni siquiera tu nombre, pero con eso de que la depresión es la peste contemporánea de este planeta, donde al parecer la única panacea es el escape antropomórfico de la realidad a través de las redes sociales, con eso basta para que cualquier persona pretenda uno erigir en su nombre sus propios relatos. En fin, cada quien cojea del pie que quiere o merece. Escribir no es fácil. No siquiera aplica la consigna de que cualquier imbécil puede escribir, porque la escritura demanda una atención distinta de cualquiera de las otras llamadas artes. Artes o no, son actividades antropológicas no carentes de sustento para la tragedia humana. Y esta tragedia ahora tendrá un verdadero cómplice, una especie de enviado o misionero que carece de toda vergüenza y presume de toda virtud. No hablemos ya de escribir una nueva novela negra, ni mucho menos de una intensión de darle una vuelta de tuerca al género: algo así como hacer novela negra gonzo. Pero ellas han llegado puntuales. Te han saludado y comenzaron con las dudas y un conato de conflagración. Basta con seguir alimentando sus expectativas. Pero no puedes esperar. Aquello se convierte en una tormenta carmesí, gotas y charcos de sangre iluminan el espacio con una luz de carácter cadavérico, hermosamente matizado por los desnudos de tus queridas amigas. El plato está servido porque la mesa está lista. Ha llegado el momento de decirle a todos y a todo: ¡Salud!