En nuestro primer episodio de podcast hablamos de «Nomadland» de Chloé Zhao, ganadora del Oscar a Mejor Película, basada en el libro homónimo de Jessica Bruder. ¡Bienvenidos!
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Publicado el 21 de julio del 2019 en el suplemento cultural Barroco, de El Diario de Querétaro.
El sexenio de José López Portillo, de 1976 a 1982, se caracterizó por la excentricidad, el
despilfarro, el despotismo, el influyentismo, la corrupción y las decisiones ineptas y arbitrarias en el tema económico. La investidura presidencial frecuentemente le estorbaba para actuar bajo el esquema del berrinche, como aquella célebre visita del papa Juan Pablo II, en la que el presidente conminó al pontífice y a su comitiva para que oficiara misa en Los Pinos, violentando gravemente el estado laico.
México ha pasado por varias crisis económicas: 1976, 1982 y 1995, atribuibles a las
decisiones internas; las de 1986 así como las de 2001, 2008 y 2016 fueron provocadas por
causas externas.
Con su característica necedad y chabacanería, arropado en un potente populismo alimentado por la más vulgar de las demagogias, López Portillo anunció la existencia de una riqueza inusitada en el Golfo de México, con mantos petroleros inmensos. Estos mantos sirvieron de garantía para regresar al endeudamiento arrastrado desde 1976 para, tras una emoción que se tradujo en despilfarro y en obras faraónicas e innecesarias, regresar a la crisis en 1982.
En aquel año, el peso arrancó en 26 por dólar, superó los 50 pesos en agosto para, el primero de septiembre, llegar a la estratosfera de los 150 por dólar. En ese catastrófico año, los mexicanos perdieron 5/6 partes de su riqueza.
En su desesperación por evitar la catástrofe, y de legitimar su salida para conseguir una
transición tersa, López Portillo decretó la nacionalización de la banca. De facto, el presidente había decomisado los ahorros de todos los mexicanos pero con cuentas en dólares, a los que robó el 50% de un plumazo. Es decir, los dólares de las cuentas valían 150 pesos en el mercado libre, pero les fueron pagados a sólo 75 pesos cada uno. La inflación llego a 100%.
Las niñas bien (2018) es el tercer largometraje de Alejandra Márquez Abella, directora y
guionista mexicana, nacida en San Luis Potosí. Basándose en los personajes del libro
homónimo de Guadalupe Loaeza (publicado originalmente en 1987 bajo el sello Océano), en Las niñas bien se cuenta la historia de la socialité Sofía de Garay, quien enfrenta la crisis económica de 1982, fenómeno que la deja sin dinero siquiera para pagar los gastos básicos de la inmensa casa de Las Lomas, y que la obliga a mantener las apariencias propias de la conciencia de clase ante su grupo de amigas autodestructivas, quienes no han sido tan afectadas por la crisis.
Aunque a muchos les cueste reconocerlo, la aparición de Las niñas bien marcó un parteaguas en la manera de escribir sobre México. El libro significó el impulso más importante en la carrera de Guadalupe Loaeza, siendo hasta la fecha su trabajo más emblemático y exitoso. A través de sus páginas podemos entender la idiosincrasia, las contradicciones y la visión del mundo de una parte de la socialité mexicana, con una narrativa fresca e ingeniosa, que aún conserva su mordacidad y espíritu crítico.
Con estudios en el Centre d’Estudis Cinematogáfics, en Cataluña, Márquez Abella ofrece una lírica cinematográfica que encuentra un equilibrio lúcido a través de la lente de Dariela Ludlow, del montaje del editor argentino Miguel Schverdfinger, del trabajo sonoro de Alfredo Gagom, y de la minimalista y versátil partitura original de Tomás Barreiro.
Este equilibrio funge como un telón dramático al servicio de la notable actuación de Ilse
Salas (Sofía de Garay), cuyo trabajo le valió el Ariel a mejor actriz en la más reciente edición.
La película inicia en medio de la fiesta de cumpleaños de Sofía quien, en voz en off,
contrapone su propia celebración con una fantasía particular: estar en medio de El Corte
Inglés, coincidir con Julio Iglesias, mientras todo fluye alrededor de ella. Entre la jactancia y el delirio, Sofía es la representación de la mujer resignada a su condición de objeto, a su rol de madre que ignora sistemáticamente los asuntos baladíes de sus hijos; de esposa de un marido ebrio, deprimido, complaciente pero en potencial frustración; de amante de ocasión, aunque solo sea de manera sugerida; y de eslabón fundamental de su círculo de amigas. Todo sea por conservar las bondades propias y exclusivas de la conciencia que le impone su estrato social.
Mimada, con esa inefable disposición por lo infantiloide, soportada por la figura de Teresita, la sirvienta, Sofía no advierte o no quiere aceptar la inevitabilidad de la crisis. El exceso de confianza de Fernando (Flavio Medina), su esposo, fomentado por su sempiterna dependencia paterna y por el privilegio de ser un hombre de buena familia (cualquier cosa que eso signifique para el mito de la pseudoaristocracia nacional), configura el escenario antes de la tormenta perfecta.
De manera audaz, sin condescendencia melodramática, pero con estética sutil, Márquez Abella inicia la tormenta suspendiendo el servicio del agua. No importa que vivas en Lomas de Chapultepec, también requieres de los servicios básicos como cualquier mortal; ni el supuesto influyentismo de Fernando podrán evitar que, como piezas de dominó, las carencias vayan cayendo una a una: tarjetas de crédito, el pago de deudas, el servicio del automóvil, el pago de colegiaturas…
Entre el círculo autodestructivo de las amistades, surge la imagen contrastante de Ana Paula (Paulina Gaitán), representación de la nueva rica que, aunque adinerada, no puede ocultar su mal gusto: “No digas provechito”, recriminará Sofía a la nueva socialité en una de las escenas más emblemáticas.
Aunque penden muchos hilos sueltos en la trama (la falta de apetito de Ana Paula, las nuevas mancuernillas de Fernando, la sorpresiva dermatitis de Sofía, el apenas sugerido affaire entre Sofía y Beto Haddad, esposo de Ana Paula, por decir algunos), la trama logra establecer un cuadro poético y patológico de angustia, frustración, hipocresía y pérdida. A través de la mirada de Sofía se advierte la derrota de la soberbia y el ego, tan características en la clase política y adinerada de nuestro país, que redundará en la sorna colectiva y revanchista en contra de la imagen de López Portillo, en una de las escenas que mejor remite al repudio nacional hacia el expresidente, el repudio como único consuelo de una sociedad defraudada y endeudada.
Una pieza fundamental del cine mexicano que confirma el talento de Alejandra Márquez
Abella, y que nos coloca ante el espejo de nuestro clasismo, de nuestra fascinación por el
populismo y la demagogia, y de nuestra indefectible inclinación nostálgica por el retroceso.
I
Desde el pasado mes de diciembre, principalmente en redes sociales se comenzó a esparcir la noticia de una serie importante de personas contagiadas por un nuevo virus, cuyo epicentro se ubicaba en Wuhan, capital de la provincia de Hubei, y la ciudad más poblada de la región central de China. Se trataba del coronavirus-2 del síndrome respiratorio agudo grave que posteriormente se denominó SARS-CoV-2, conocido simplemente como COVID-19. Al parecer su origen es zoonótico, es decir, pasó de los animales a los humanos.
Desde el surgimiento, se iniciaron las investigaciones para determinar origen y transmisión del virus:
II
En el mismo mes de diciembre, el Dr. Li Wenliang recibió en Whulan siete casos que presentaban los mismos síntomas que el SARS, la gripe aviar que provocó una epidemia global en 2003. Tras poner en cuarentena a los pacientes, Wenliang se puso en contacto con sus colegas para advertirlos del brote y recomendarles iniciar con protocolos epidemiológicos. En ese momento ni el propio Wenliang sabía que se estaba enfrentando a una nueva cepa del virus.
Cuatro días después, Weinlang recibió la visita de funcionarios de la Oficina de Seguridad Pública de China quienes lo conminaron a firmar una carta en donde lo acusaban de “hacer comentarios falsos que habían perturbado severamente el orden social”. Tras la firma, los funcionarios le advirtieron a Weinlang que “si sigue siendo terco e impertinente, y continúa con esta actividad ilegal, será llevado ante la Justicia ¿se entiende?».
Ante el incremento de infectados, Wenliang siguió atendiendo a muchos pacientes, entre ellos a una mujer con glaucoma, quien se había contagiado de coronavirus. Hacía el 10 de enero, Weinlang comenzó a presentar tos, fiebre, para finalmente terminar hospitalizado dos días después. La mujer lo había infectado.
Fue hasta finales de enero que Li Wenliang se animó a publicar la carta en Weibo, red social china que ha sido utilizada como alternativa ante el bloqueo que el gobierno chino impuso a Facebook y Twitter desde el 2009. A pesar de que se le habían hecho pruebas varias veces, todas habían dado negativo. «Hoy me dieron el resultado de las pruebas de ácido nucléico y es positivo. Finalmente he sido diagnosticado», publicó Weinlang, quien falleció el 7 de febrero, ante la ira de la población que acusaba a la dictadura china de desestimar la gravedad del virus, y de haber ignorado a las recomendaciones de Weinlang.
III
Al menos desde el 2000, tras el bulo apocalíptico del Y2K, los ríos de tinta que corren bajo el pretexto de la posmodernidad extendieron la visión pesimista de una sociedad aislada, hiperindividualista, anclada a pantallas y a dispositivos. Paradójicamente, a esta sociedad se le ha instruido replegarse en su microuniverso digital como una de las formas más efectivas para detener el avance exponencial de los contagios (al momento de escribir estas líneas, el número de contagios en México se había elevado a 93).
Es a través de las muros y timelines de las redes sociales en donde se ha configurado una modalidad volátil de socialización, a diferencia de las anteriores epidemias y desastres a los que hemos sobrevivido. En el multiforme escenario de la socialización virtual, el juego de las imágenes, las máscaras en la modalidad de avatar y los perfiles como caparazones que contienen en sí mismos epicentros, han posibilitado el encuentro de individualidades (que no de individuos, estos se fragmentan en individualidades al contacto con las redes sociales) que se autoasignan roles con el fin de mostrarse en una comedia situacional virtual.
Los roles más recurrentes van desde quien cree que la pandemia no existe, que en realidad se trata de un boicot a escala transacional imperialista para seguir sometiendo a las economías emergentes, orquestado por las principales potencias y las empresas más poderosas el orbe; hasta quienes optan por defender, argumentar y justificar de manera irracional las medidas que ha tomado nuestro presidente para la atención de la pandemia. Enseguida están quienes impulsan dinámicas lúdicas o de integración a través de sus redes sociales, mediante el intercambio azaroso de fotografías o dinámicas de interacción (juegos por WhatsApp o iMessegge). Algunos más, los menos, recomiendan alternativas para hacer frente a la cuarentena, desde recomendaciones de sitios con miles de libros gratuitos, hasta listas de sitios web en donde se pueden ver películas gratis. Otro tanto, simplemente se limita a compartir memes.
No obstante, en medio del intenso tráfico, hay quienes se atreven a compartir información falsa, de fuentes no fidedignas, que aparentemente ofrecen datos duros pero no verificados, como el célebre mensaje apocaliptico y conspiracionista que, sin solicitarlo, te reenvían a tu WhatsApp, firmado por un tal Luis Guevara.
Una característica que nos une a todos los roles en la comedia situacional de las redes sociales es que tanto la lectura como la elaboración de las publicaciones se efectúan desde la celeridad y frecuencia del sistema emocional, desde una especie de intuición digital que se antepone a la racionalización de la alfabetización mediática e informacional. Esto se debe a que en el enfoque emocional predominan los sesgos cognitivos. Los sesgos cognitivos son efectos psicológicos que generan una desviación el proceso mental, provocando distorsiones, prejuicios, juicios inexactos, interpretaciones ilógicas, o reacciones llanas emanadas desde el terreno fertil de la irracionalidad. Para el estableciento de juegos cognitivos no es necesario contar con basta información respecto a un tema, del coronavirus COVID-19, por ejemplo. Basta con tener fincada una creencia a fuerza de fe y emoción.
Todos estamos expuestos a los sesgos cognitivos, ya que, como necesidad evolutiva, y ante el contexto de la hipercontectividad, requerimos emitir de manera casi inmediata alguna respuesta o tomar una determinada posición ante estímulos, sucesos, problemas o situaciones. Aunque parezca absurdo, el hecho de gozar relativamente de acceso a múltiples fuentes de información fidedigna, nuestra incapacidad para procesar la información disponible establece filtros de forma selectiva y subjetiva.
Más que errores, pretendo destacar que estos sesgos subjetivos son atajos empleados por los seres humanos que nos permite predecir y tomar decisiones o sacar conclusiones en momentos de incertidumbre. Aunque en momentos de contingencia los efectos producidos por los sesgos cognitivos no dejan de ser interesantes desde un punto de vista heurístico, y divertidos desde un enfoque periodístico.
IV
Mientras escribo estas líneas, en su conferencia matutina de hoy miércoles 18 de marzo, el presidente López Obrador muestra el conjunto de amuletos que lleva consigo (un sagrado corazón de Jesús, un trébol y un dólar), los cuales son regalados por la gente para que lo “protejan de sus enemigos”: “Miren, éste es el detente, ¡Detente…! Esto me lo da la gente… ya ustedes averigüen. Tons’ son mis guardaespaldas”. A este tipo de sesgo se le donomina Sesgo de Falso Consenso, que consiste en sobreestimar el grado de acuerdo que los demás tienen quien aplica dicho sesgo. Es decir, el presidente tiende con demasiada frecuencia a presuponer que sus propias opiniones (combate a la corrupción), creencias (sus amuletos o su noción de historia de México), predilecciones (su vocación opípara), valores (su folclorismo oportunista) y hábitos (su desdoblamiento de la realidad) están en la preferencia de la gente o, utilizando su propia abstracción, del pueblo. Este tipo de sesgo exagera la confianza de los individuos en sus propias creencias aún cuando éstas sean erróneas (como en el caso del precio del barril de petróleo) o minoritarias.
Este mismo sesgo se ha replicado en grupos de opinión en donde el punto de vista de los actores de la comedia situacional de las redes sociales es la misma que la de sus grupos de afinidad. Frecuentemente, aunque sin hacerlo explícito, el sesgo se manifiesta en una serie de consenso interno establecido en el mensaje que se deduce desde la foto de perfil, las publicaciones hasta en el acto de bloquear/silenciar, en el mejor de los casos. En esta comedia, las personas se atribuyen características en al menos un sentido contrapuesto a su propio sesgo cognitivo:
V
Mientras que en Italia y Francia las personas salen a cantar en los balcones o prefieren navegar gratis en Pornhub; mientras los españoles se soportan mutuamente compartiendo agendas culturales para no matarse en pareja; mientras en los EEUU se registran niveles récord de navegación, tráfico en redes sociales y streaming, parece ser que los mexicanos optamos por nuestra costumbre mañosa, gandalla, tragicómica: aprovechamos la contigencia para agarrar el puente; fundamos empresas de gel antibacterial emergentes elaborado con recetas de YouTube; nos avalanzamos hacia los hipermercados con la ira y la cursilería de quien cree que está entrando a un apocalipsis zombie; nos consentimos con la sempitern promoción de caguamas mientras apostamos hipótesis para resolver la pandemia, y nos regalamos el placer mundano de beber a las doce del día entre semana. Quizás, como suele ocurrir en nuestro país de fiesta y muerte, la solidaridad llegue de la mano con la tragedia, cuando la cifra de los muertos incremente y la de contagios (un muerto y 118 contagiados al momento de terminar estas líneas) convoque a la razón y prorrogue la emoción.
VI
Desde que se tiene noción de la existencia de la humanidad, cuando ésta atraviesa por hecatombes y angustia colectiva, un gran aliciente estético y terapéutico ha sido la literatura. Tan sólo en nuestra contemporaneidad, La vida es una fiesta de Ernest Hemingway recobró su fama en París tras los atentados del 13 de noviembre del 2015. Asimismo, tras los incendios de la Catedral de Notre Dame, apenas en abril del 2019, Nuestra Señora de París de Victor Hugo ganó nuevos lectores, quienes buscaban en sus páginas borrar el recuerdo del fuego consumiendo uno de los símbolos más emblemáticos de la arquitectura gótica.
Nuestras recomendaciones son las siguientes:
El COVID-19 será pasajero. Una danza sin tocarnos en donde todos bailamos el recordatorio de la muerte, que a su vez nos remite a nuestra versión primigenia de sentido gregario, identidad, supervivencia, refugio, amor, morbo y deseo. Porque, citando a Mario Vargas Llosa, “El terror a la peste es, simplemente, el miedo a la muerte que nos acompañará siempre como una sombra”.
Por motivos que no viene al caso detallar, el fin de semana me la pasé leyendo Cine para adultos. 1001 películas para 1001 noches, de Luis Miguel Carmona y Alexis Basas (T&B Editores), un volumen que reúne un millar de reseñas sobre cine erótico y pornográfico. El libro es generoso en datos extravagantes y en descripciones pormenorizadas de lo que acontece en cada una de las cintas. Por otro lado, el espectro de películas abarca lo mismo éxitos internacionales —como Emmanuelle, de Just Jaeckin— que una modesta producción española cuyo argumento puede resumirse en los siguientes términos:
.
Una de las preguntas que estuvo todo el tiempo en mi cabeza mientras leía estas notas críticas fue si los autores habían trabajado reseñando libros en algún momento de sus vidas. Por todas partes uno podía apreciar, al lado de menciones a Quevedo o Voltaire (resulta que existen al menos dos películas basadas en Cándido
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Por Luis Felipe Lomelí
¿Por qué hay tan pocas novelas proletarias en un país tercermundista como éste? Debería de haber, supongo. No como un dogma impuesto a la sazón del realismo comunista, sino como un mero reflejo. ¿No parte la literatura de la realidad? Eso dicen. ¿Cuál es la realidad de México con sus millones de pobres posrevolucionarios?
Imagine que usted es uno de esos profesores de historia –casi de película- apasionado por la literatura y que quisiera compartir a sus alumnos algunas novelas que resumieran la sociedad de cada país en sus principales momentos históricos. Si le tocara hablar del siglo XX colombiano sería sencillo. Más bien, el problema radicaría en escoger sólo unas cuantas de las muchísimas que hay (y donde seguro estarían La vorágine, de José Eustacio Rivera, Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez y El olvido que seremos, de Héctor Abad…
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I
II
III
IV
PS: Tania fue mi primera novia. He creado estos ¿poemas? de los correos que me envió cuando estuvimos juntos, hace más de diez años.
En el año 2002, el grupo Maná sacó a la luz su disco «Revolución de Amor» del cuál se desprende el sencillo «Eres mi Religión», pero la canción no es solo eso.
Transcurría el año 2008, entre Carlos y Mónica había surgido una relación de amor derivada de un accidente automovilistico. Desde finales del año anterior habían logrado sin buscarlo, el inicio de una gran historia. Vivían lo primeros días de su sorpresiva pero intensa relación cuando simplemente ya no se quisieron separar. Viajaban juntos, vivían juntos, comían juntos. En ese momento sus ocupaciones se volvieron un pretexto para estar y vivir el uno para el otro, una prioridad.
El 3 de febrero, el día en que se hicieron novios «oficialmente», ocurrió algo curioso. Ese día la necesidad urgente de una muda de ropa limpia los obligó a dirigirse a sus respectivos hogares. ¡Claro! Mientras ese tiempo transcurría, ellos hablaban…
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Con el advenimiento del Internet y su revolución mediática a través de las redes sociales, nuestra lengua española parece estar ante una disyuntiva: es necesario defender el español de la invasión de los anglicismos, de las emergentes estructuras sintácticas, del bulleo de las marcas y su incorporación del inglés como atractivo para el consumidor. O nos queda simplemente integrar estas incorporaciones como evidencias de que la lengua española está viva y en constante mutación. De lo que estamos seguros es de que siempre vale la pena discutir en torno a nuestro español.
Les comparto la más reciente emisión de Clase Abierta.
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Enmanuel R. Arjona
Qué bonita la vida.
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I LEAVE YOUR ROAD TO WALK ON MY GRASS.
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Ciencia ficción, historias asombrosas y un chico único, como dice su psicóloga, con ustedes: Adrián Gastón Fares, escritor y director de cine.