Cómo NO escribir una novela

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Publicado originalmente en el suplemento cultural Barroco número 610, del Diario de Querétaro del 29 de mayo del 2016.

Si en Querétaro imitásemos la ‘estrategia’ de John Kennedy Toole (Nueva Orleans, 1937-Missisipi, 1969) seguramente se multiplicarían los suicidios de escritores nóveles. De por sí.

Con una perspectiva inclinada hacia un sincretismo extraño y ecléctico, y no sin esfuerzos, Kennedy Toole logró doctorarse con honores de la Universidad Tulane, cuyos estudios consiguió combinar con una vida bohemia y un trabajo de obrero en una maquiladora de ropa masculina. Lo anterior después de haber servido en Puerto Rico como soldado traductor a encomienda de su servicio militar realizado a principios de la década de los años sesenta.

La maquila y los conocimientos universitarios lo dotaron de los rudimentos necesarios para escribir La conjura de los necios (Anagrama, 1980). Un editor de la prestigiosa Simon & Schuster emocionó en balde al autor, arguyendo al principio que la obra era tan hilarante como conmovedora. Posteriormente, el mismo editor cambió de parecer al argumentar que la novela no trataba de nada. La conjura de los necios fue rechazada.

Tras un periodo de autodestrucción y depresión profunda, John Kennedy Toole decidió quitarse la vida el 26 de marzo de 1969. Del ingenio método que el escritor utilizó para su suicidio podríamos ocuparnos en otra ocasión, caro lector.

Fue gracias a la lucha incansable de Thelma Toole, madre de John, que la obra llegó finalmente a una editora que acogió el texto con grandes expectativas alimentadas principalmente por el autor Walker Percy, quien fue poco menos que acosado por Thelma Toole para que la obra del hijo de ésta pudiera ser finalmente publicada.

La estrategia, que exigió un alto grado de compromiso por parte de la madre del autor y, ¡ni qué decirlo!, del propio John Kennedy Toole, dio resultado. El libro se convirtió en un éxito editorial inmediato, a grado tal de hacerse acreedor al premio Pulitzer de novela en 1981.

Si usted, caro lector, se encuentra con que ha sido el creador de una obra maestra, la estrategia Kennedy Toole siempre será una opción. Pero si no es el caso y, por el contrario, está entrando al defenestrado mundo irónico de la creación literaria tal vez haya un recurso que le puede resultar eventualmente útil.

Cómo no escribir una novela (Paidós, 2014) de Howard Mittelmark y Sandra Newman no es un manual de creación literaria. Se trata de una numerosa serie de consejos que los editores, aquellos seres malignos que viven de dedicar su vida a rechazar novelas, no nos dirán personalmente a los escritores de carne, hueso y corazón. En este libro se señalan los principales errores que los macabros editores reconocen instintivamente al instante (valga la aliteración, caro lector), porque los encuentran una, y otra, y otra vez en la cantidad ingente de novelas que no son contratadas.

Fumar puede provocar cáncer. No cruces el semáforo si éste está en luz roja. Si conduces a toda velocidad en la Cuesta China puedes acabar mal. Si tienes relaciones sexuales coitales genitales sin condón puedes a) embarazar o embarazarte; b) contraer una enfermedad venérea. De este tipo son las observaciones que se hacen en el libro a los escritores aspirantes a ser publicados. Veamos.

Al principio de la trama.

El calcetín perdido: cuando el texto es demasiado endeble.

Ejemplo: <<Idiotas>>, pensó Thomas Abrams, meneando la cabeza cuando acabó su inspección de la unidad de drenaje ante la preocupada mirada de Led Stewart.

–Qué idiotez, qué idiotez, pero qué idiotas– masculló.

Saliendo de debajo del émbolo de captación se puso en pie y se sacudió el polvo que cubría su overol gris. Cogió su tablilla con el informe y escribió unas cosas en el impreso mientras Led esperaba nerviosamente el veredicto. Thomas no tenía intención de hacerlo esperar mucho.

–Bien –dijo cuando acabó y se guardó el bolígrafo– bien, bien, bien.

– ¿Qué pasa? –preguntó Led, incapaz de disimular el temblor de su voz.

– ¿Cuándo aprenderán ustedes que no hay que utilizar una junta B-142 con un remache 1811-D?

–Pe… pero –tartamudeó Led.

– O quizás, déjeme adivinar, quizás solo ha confundido una 1811-D con una 1811-E –hizo una pausa para que sus palabras calaran antes de soltar la bomba–: … Otra vez.

Dejó a Led sin habla y se fue sin siquiera mirar atrás, riéndose al imaginar la cara de Led cuando finalmente comprendiera toda las implicaciones de su error.

Observaciones: el conflicto apenas es adecuado para un episodio de una serie familiar. Recuerda que la trama ha de atrapar al lector a lo largo de las trescientas páginas y pico que podría tener tu novela. La historia central de una novela deberá de ser lo suficientemente importante para cambiarle la vida a cualquiera. Además la historia deberá de tener interés para mucha gente. En este sentido, uno de los primeros obstáculos a sortear –de acuerdo a los autores– es el recurrente y célebre error de creer que lo que le interesa al autor tiene que interesarle necesaria y obligatoriamente a todo el mundo.

Y aquí viene una observación tan útil como contundente: una novela no es una oportunidad para dar rienda suelta a las cosas que tus compañeros de departamento, amigos o tu madre ya no soportan escuchar más. No importa cuán vehemente y justo sea tu deseo de que los encantos masculinos de los hombres bajitos sean apreciados por las mujeres o tus propuestas contra los caseros que se niegan a arreglar las tuberías de los departamentos que alquilan, incluso aunque sea una clara infracción de lo estipulado en el contrato de arrendamiento, de cuyas cláusulas tu casero finge no ser consciente pero que tú conoces mejor que él porque has hecho fotocopias tanto para él como para tus compañeros de departamento, amigos y madre. Eso no es una trama sino una queja.

Lo anterior no quiere decir en ningún momento que eventualmente el chaparrito desgraciado en amores y que vive en una casa con tuberías defectuosas no pueda ser el héroe de tu novela, pero su estatura y problemas de plomería deben de ser parte de una trama, desarrollados como si estuvieran dando vida a una obra a través de breves trazos y pinceladas, cuando el héroe se encamina a la escena del crimen, donde se asombra de cómo demonios una pata de cordero ha infringido a la víctima esas lesiones mortales.

El libro es tan divertido como útil. Asimismo, constituye una rica fuente de las diversas variedades de ironías que podemos esgrimir bajo el siempre abrumador amparo de la crítica literaria de café

ERR. Segunda entrega

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Publicado originalmente en el suplemento cultural Barroco número 608, del Diario de Querétaro del 15 de mayo del 2016.

Fue en una mañana de abril cuando, a las puertas de su casa, Martin Heidegger recibió un enorme sobre con matasellos de la Universidad de Friburgo. Entró a la sala y, no sin cierta desesperación, abrió de inmediato aquél elegante pliego. Se trataba de una invitación personal para que asistiera a la ceremonia que se celebraría en su honor, con motivo de su nombramiento. Quizás sin sorpresas, leyó nuevamente la invitación. La ceremonia se llevaría a cabo la siguiente semana.

No era para menos. Tras haberse adherido junto a otros importantes filósofos e intelectuales a la ideología de Goebbels, Heidegger había sido nombrado rector de la Universidad de Friburgo, institución que lo había visto crecer meteóricamente como intelectual, primero como discípulo de Carl Braig y Heinrich Rikert, de quienes adquirió los conceptos fundamentales del neokantismo, para posteriormente fungir como asistente de Edmund Husserl, de allí su innegable influencia fenomenológica.

Después de que hubo recibido su nombramiento, con inusitado entusiasmo, y con la efervescencia política del momento, Heidegger se registro como miembro del NSDAP, Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, por sus siglas en español.

En aquel abril, quizás bajo el influjo de la misma efervescencia, hordas de estudiantes universitarios e intelectuales salieron a las calles Düsseldorf para la destrucción de libros. Mientras huía por la acera de Königsallee, Ana, una joven historiadora egresada de la Universidad de Düsseldorf, se recriminaba a sí misma por no haber logrado rescatar a más autores:

–Los están matando, los están quemando a todos. ¡Nadie saldrá vivo de aquí!

No importó el peso de la Historia. Hacia 1773, en esta ciudad se fundó la Academia de Bellas Artes más antigua de todo Europa.

Pero aquello era solamente un preludio a lo que estaba por ocurrir realmente. Relativamente cerca de Düsselfdorf se encuentra Colonia, la ciudad que vio nacer la rampante industria alemana. El día 5 de mayo, hordas de estudiantes de la Universidad de Colonia se organizaron en la explanada central para tomar la biblioteca. De allí sustrajeron todos los libros posibles que hubiesen sido escritos por autores judíos. Cuando hubieron regresado a la explanada con bolsas, cajas, y demás herramientas para el acarreo de libros, levantaron una inmensa pira a donde fueron a parar todas las obras. Prácticamente ningún libro sobrevivió.

Al siguiente día se repitió lo mismo, en esta ocasión en el Instituto de Investigación Sexual de Berlín. Una enorme multitud de estudiantes en contubernio con las Juventudes Nazis lograron incinerar cerca de media tonelada de libros en un solo acto.

A la par de los atentados, y tras largas y álgidas reuniones nocturnas con sus principales colaboradores y representantes del sector estudiantil, Goebbels estableció el 10 de mayo como el día para combatir el desagravio intelectual que seguía lacerando la cultura alemana, de acuerdo a su hipótesis. Sin embargo, desde el 8 de mayo los atentados contra las bibliotecas se seguían multiplicando. Y no se iban a detener.

Aquella tarde del 8 de mayo, entre la muchedumbre que se congregaba alrededor de la pira libresca asentada sobre la plaza central la Universidad de Friburgo, un jocoso Heidegger participaba con ahínco arrojando cientos de volúmenes escritos por autores judíos. Aquello era una fiesta. Las miradas de soldados alemanes se comenzarían a acostumbrar a las cenizas sobrevolando sus cabezas.

El 9 de mayo, un día antes del movimiento para abatir el desagravio cultural, un Goebbels desbordado habría de pronunciar el siguiente discurso en la ciudad de Kaiserhof:

–Protesto contra el concepto que hace del artista un ser apolítico. Ningún artista puede ni debe de mantenerse en la retaguardia. Todo aquel que se ufane de ser artista debe de tomar las banderas y marchar al frente.

Otto, Max, Erick y otros tantos talentosos artistas, virtuosos interpretes en su mayoría de las obras de Goethe y Schiller, recibieron con júbilo las palabras de Goebbels, a grado tal que decidieron acompañarlo en su encomienda: eliminar todo rasgo judío de la cultura e idiosincrasia alemanas.

Desde las primeras horas de aquel 10 de mayo, en los rincones de la Universidad Wilhelm Von Humboldt, comenzó a resonar una insistente melodía coral que hacía correr a los estudiantes que aún se afanaban a tomar cursos como si corrieran días normales:

“Contra la clase materialista y utilitaria,

Por una comunidad de pueblo,

Y una forma ideal de vida,

¡Marx!,

¡Kautsky!”

Stella alcanzaba a escuchar los gritos y cánticos de los miembros de la Asociación de Estudiantes Alemanes. Parecía increíble que ni los propios muros de la biblioteca pudieran repeler el escándalo del exterior. Fue al dar vuelta a la siguiente página que un sonoro golpe rompió el silencio hasta ese momento sagrado de aquel recinto. Stella ocultó instintivamente su Hemingway bajo el brazo y se dirigió al ala norte de la biblioteca. Milagrosamente, ayudada por su inopinada presencia y su lúgubre aspecto, Stella logró pasar inadvertida. Los miembros de la Asociación comenzaron a recolectar todos los libros de autores judíos. Tras cerca de dos horas, la pira congregaba cerca de 25 mil títulos. Stella pudo conservar su Hemingway, aunque le dolió no haber podido hacer algo más por Broch, Freud, Bretch…

–¡Heil!– grito Goebbels minutos antes de la medianoche. Sabía que no lejos de ahí Rosemberg estaba llamando la atención de Hitler. Era el momento de demostrar quién mandaba.

–La era del intelectualismo judío ha llegado a su fin. El día de hoy la revolución alemana abre las puertas nuevamente a una nueva forma de vida que nos permitirá llegar a la verdadera esencia del ser alemán. Pero no se confundan. Esta revolución no comienza desde arriba. Se inicia desde abajo, desde sus raíces, y continua con pulso implacable en ascenso…

La gente, en su mayoría estudiantes y personas vinculadas con el arte, colmaron la plaza con sus aplausos. Tras un breve silencio Goebbels continuó:

–Por esa razón, en el mejor sentido de la palabra, esta revolución es la expresión genuina de la voluntad del pueblo. En los últimos años, ustedes, estudiantes y artistas, recibieron la peor humillación posible con el pretexto de la República de Noviembre, que consistió tácitamente en inundar sus bibliotecas con la basura y corrupción de la mierda literaria de los judíos. Esto provocó que nuestra ciencia y nuestra cultura se aislaran irremediablemente de la vida alemana. Pero eso está por terminar.

Una nueva andanada de aplausos estimularon el brío de un Goebbels plenamente emocionado y entregado. Prosiguió:

–Las revoluciones que son genuinas no se detienen con nada. Ninguna área debe de permanecer intocable. En verdad les digo: ustedes están haciendo lo correcto en este día, a esta hora, en el instante en que entregan a las llamas al espíritu diabólico del pasado.

 

De primeras damas, presidentas y reinas.

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  1. Si no decimos Francisco Domínguez de Castro, ¿por qué sí es aceptable decir Karina Castro de Domínguez?
  2. Se es primera dama por el hecho de ser esposa del gobernador, a quien jamás nos hemos referido como primer caballero, ¿o sí? Se es presidenta del sistema DIF estatal por el simple hecho de ser esposa del gobernador, al menos así lo ha constatado la historia y tradición de nuestra entidad. ¿Lo anterior se da por el hecho de ser mujer?
  3. Con base en lo anterior, ¿no constituye esto un estigma insalvable que condiciona a una persona por su condición de mujer, de primera dama, de esposa del gobernador?
  4. En las fiestas patronales de los municipios de Querétaro se nombran reinas de entre las ciudadanas de cada municipio. El nombramiento lo hace a criterio unilateral y arbitrario el alcalde, quien invita a la elegida a ser reina de las fiestas.
  5. De acuerdo a la RAE, y siguiendo la acepción que nos ocupa, reina se define como «persona, animal o cosa que por su excelencia sobresalen entre los demás de su clase o especie», y como la «persona designada para mandar a los demás en juegos y fiestas».
  6. Algunos medios han ido más allá, refiriéndose a la representante de la mujer (sic) de cada municipio con el apelativo de soberana, aquella persona que «ejerce o posee la autoridad suprema e independiente», de acuerdo a la acepción que nos ocupa. No obstante, no deja de ser interesante la segunda acepción de soberano: «muy grande, elevado, extraordinario».
  7. Ante la ausencia de periodismo de investigación serio, algunos medios informativos optan por tomar fotografías y datos personales de las redes sociales de las personas involucradas en hechos noticiosos, de acuerdo a lo que cada medio considera como digno de ser noticia conforme a su criterio editorial.
  8. Más allá de que lo anterior sea un ejemplo de la ausencia de periodismo y deontología de medios, ¿es necesariamente violencia que algunos medios accedan a esos datos si la persona que es noticia ha sido la responsable de subir información personal a sus redes sociales? Si es así, ¿por qué se opta por elevar a rango de tribunal las redes sociales en lugar de la persona afectada interponga una denuncia?
  9. Al ser nombrada reina, primera dama, presidenta del sistema DIF, la persona investida es colocada en el espectro acéfalo del escrutinio público, lo cual de ningún modo justifica la comisión de actos violentos en su contra, reprobables en todos los sentidos. ¿Pero una crítica es necesariamente un acto violento Con la reacción defensiva de algunas instancias oportunistas ante supuestos actos de violencia y discriminación no se está fortaleciendo el estigma y el considerar como objeto a una mujer?
  10. Lo curioso es que ni el título de primera dama ni el de reina de las fiestas son títulos oficiales, electivos, ni poseen obligaciones oficiales. Tampoco se percibe algún salario por el cargo, a diferencia de ser presidenta del DIF donde a nivel federal fue nombrada Laura Vargas en lugar de Angélica Rivera, esposa del presidente Enrique Peña Nieto.

ERR. Primera entrega.

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Publicado originalmente en el suplemento cultural Barroco número 607, del Diario de Querétaro del 8 de mayo del 2016.

Decía Bertolt Brecht en su poema Die Bücherverbrennung (traducido como La quema de libros):

Cuando el régimen ordenó los libros con sabiduría peligrosa,

Quemar en público, carretas con libros a las hogueras,

Y todos los bueyes fueron forzados a hacerlo, pero

Uno de los poetas perseguidos al revisar, con gran estudio,

La lista de los quemados, se quedó estupefacto, pues su libro,

Había sido olvidado. Fue volando en la alas de la ira,

A su escritorio, y escribió una carta a las autoridades.

¡Quémenme!, escribió con gran pesar. ¡Quémenme!

¡No me hagan esto a mí! ¿No he dicho

Siempre la verdad en mis libros?

¡Y ahora ustedes me tratan como si fuera un mentiroso!

Yo les ordeno: ¡quémenme!

Lo anterior lo escribió poco después de enterarse que sus libros estaban en el catálogo a quemarse.

La palabra holocausto proviene del latín tardío holocaustum que lacónicamente significa “gran matanza de seres humanos”, de acuerdo a su primera y grave acepción. El peso de la historia ha nombrado con esa palabra a la aniquilación sistemática de millones de judíos acaecida en durante la Segunda Guerra Mundial.

Pero la idea del holocausto tuvo su origen en otra idea previa: el bibliocausto nazi.

En el calendario ponía 30 de enero de 1933. El entonces presidente de la República de Weimar, Paul Von Hindenburg, había resuelto otorgar a Hitler el título irrefutable de canciller. Tras el nombramiento, el rostro de Hitler cobró una extraña sonrisa con matiz de venganza: venía de una ridícula derrota en 1923 tras orquestar un fracasado golpe de estado, pero con este nombramiento se encaminaba hacia el poder absoluto en pos de la reforma para la recuperación del pueblo alemán.

Sentado ante un cúmulo de documentos propios y ajenos, Hitler fijo su mirada hacia tres objetivos: los judíos, los sindicatos y los partidos políticos a excepción del suyo. Desde aquella oficina con libreros de cedro, el canciller tenía la sensación de que habían quedado muy lejos aquella susceptible estampa del pequeño cabo estulto. Un poco más allá reposaba el retrato frustrado del pésimo artista y peor pintor. Ahora se había impuesto el monolito del sagaz político cuyas ideas reformistas habían cobrado un nuevo impulso. Aquella noche, Europa durmió hecha un polvorín.

Para el mes febrero de 1933 de ese mismo año, con base en la Ley para la Protección del Pueblo Alemán, asestaría varios golpes a la libertad de expresión: restricción a la libertad de prensa y la definición de los esquemas de confiscación de material que eventualmente pudiera considerarse peligroso, así como la derogación de la libertad de reunión.

A pesar de no ser alemán, la popularidad de Hitler seguía en aumento. Pero su inusitado éxito no se debía a su propia persona, sino al trabajo coordinado en dos frentes: Hermann Göring y Joseph Goebbels, el segundo con un fanatismo férreo y más acentuado que el primero.

Fue precisamente ese fanatismo exacerbado que le permitió a Goebbels persuadir a Hitler para extremar las medidas persecutorias, por lo que tiempo después fue designado como director de un nuevo órgano regulador del Estado: el Reichsministerium für Volksaufklärung und Propaganda (Ministerio del Reich para la Ilustración del Pueblo y la Propaganda).

A causa de una maldita cojera (su renquear le había merecido varios apodos de los que nunca llegó a oír), Goebbels fue rechazado del ejército, por lo que se refugió en la academia. Su férrea disciplina y su interés por la comprensión del devenir occidental lo llevaron a obtener un doctorado en Filología en el año de 1922. Fanático de Nietzsche, no era raro verle en las aulas después de las clases devorando a los clásicos (los griegos eran su predilección) y textos de teoría social desde el enfoque marxista, y todo aquel volumen que cayera en sus manos, siempre y cuando hablara en contra de la burguesía. No era raro verlo en las aulas o en el auditorio del colegio declamando poesía o leyendo en voz alta textos dramáticos.

En la labor de limpia, Goebbels contó con el apoyo incondicional de la Gestapo y del Sicherheitsdienst, así como de Heinrich Himmler, después de que éste obtuvo el nombramiento de jefe de la SS. Este triple entente vicioso, no obstante, tuvo un contrincante: Alfred Rosenberg, el director de la Oficina de Supervisión General de la Cultura, la Ideología, la Educación y la Instrucción del NSDAP. Tan culto como Goebbels, y tan fanático como Göring, Rosemberg había ocupado un lugar especial en el corazón de Hitler tras publicar su libro El mito del siglo veinte, publicado en 1930, en donde se plasmaban sus ideas filosóficas, estéticas y políticas, con una cargada influencia hacia Arhur Shopenhauer. Aun se escucha en la oficina de Rosemberg lo que él interpretaba como un voto de confianza otorgado por Hitler:

–Hitler sabía naturalmente que yo tenía un conocimiento más profundo del arte y la cultura en comparación con Goebbels.

–Pero el trabajo de Joseph ha sido determinante para disuadir al pueblo de la propaganda oposicionista.

–No lo dudo, pero Goebbels solamente llegó a la superficie. La profundidad, a donde hemos llegado, yacía intacta.

–Entonces, ¿por qué Hitler mantiene en ese puesto de semejante responsabilidad a Goebbels?

–Hitler nunca disminuyó su cariño hacia Goebbels, le perdonó todo, inclusive esa perversa fascinación por las prostitutas.

–Pero eso podría interpretarse un agravio contra el Reich.

–Hitler decidió dejar a ese hombre en la dirección de esa esfera que, más que darle poder, lo complementaba desde un punto de vista filosófico. Quizás eso explique el modo en que Joseph Goebbels pudo ganarse la confianza del Führer del modo que yo jamás podría ni siquiera intentar.

El rol de Rosemberg sería efectivo solamente hacia la política exterior, en la reeducación de las naciones invadidas. Sin embargo, Rosemberg tuvo el suficiente poder como para constituir la Einsatzstab Reichsleiter Rosenberg (ERR), órgano de gobierno que iría más allá de la vulgar quema de libros: se encargaría de confiscar bienes culturales para beneficio del Institut zur Erforschung der Judenfrage (Instituto para la Investigación para la Cuestión Judía).

Para el año de 1940, desde su oficina central, Rosemberg había redactado la orden que apremiaba a conseguir libros para la mítica biblioteca nazi llamada Hohe Shule, la cual tendría su sede en Baviera. La biblioteca estaba adscrita al proyecto mayor de la fundación de la Escuela Superior de la NSDAP, la universidad con mayor élite en todo el mundo la cual funcionario como núcleo de otros proyectos alineados a la ideología de Rosemberg.

La educación artística. una asignatura pendiente

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Todos hablan de la importancia del arte en todos los niveles educativos. Por ejemplo, de entre los beneficios que aporta la educación artística a estudiantes de nivel primaria podemos mencionar el fortalecimiento del autoestima, la estimulación de la creatividad y el aprendizaje de valores desde un enfoque humanista.

 

Sin embargo, el rezago de programas, la ausencia de profesores especializados, las pocas horas para clase de artes, la ausencia de investigación en el tema, la dispersión de esfuerzos institucionales y la sociedad civil, y la renuncia de modelos educativos que no se adaptan a las necesidades contemporáneas, son evidencias de que la educación artística es una iniciativa independiente.

No puedes dejar de escuchar “Clase Abierta” todos los martes a las seis de la tarde por Siiradio.com, diálogo propositiva.

 

 

Mi respuesta a funcionario del IQCA

El día de hoy a las 18:04 hrs. recibí el siguiente mensaje vía WhatsApp:

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Se trata del comentario de una persona que al parecer es funcionario público del Instituto Queretano de la Cultura y las Artes (IQCA) quien se ha sentido aludido por mis comentarios hacia el trabajo de dicha institución, por ejemplo, en ¿Quién escribe las publicaciones del IQCA?

Funcionario público:

  1. Como ciudadano y periodista independiente, mi libertad de expresarme en redes sociales es tan legal y legítima como el derecho que tiene usted de no leerme.
  2. La redes sociales han sido y seguirán siendo la plataforma para expresar mis puntos de vista. En una sociedad que se ufane de democrática debe de existir de todo, y de ese todo cada quién tendrá la facultad de elegir lo que le agrade. Mis textos son parte de ese todo; aún hay gente a la que le agradan mis veleidades.
  3. De lo anterior se desprende que su disyuntiva no tenga respuesta. En todo momento me he referido a la institución y a funcionarios desde un enfoque genérico, sin nombres y con apego a la crítica. Parafraseando a aquel mensaje de los ochenta: la calidad de mis textos es responsabilidad de mi autoría; la autoalución o autoadjudicación es responsabilidad de usted. En caso contrario, ¿sería posible que mostrara una evidencia en donde hago referencia de manera explícita a su persona? Y si así fuese, ¿estaría yo cometiendo un agravio, un delito, un atentado?
  4. De acuerdo a los derechos y deberes de los funcionarios públicos (cuyo documento no me atreveré a citar porque es obvio que usted como funcionario publico lo conoce) debería saber que «Su actuación perseguirá la satisfacción de los intereses generales de los ciudadanos y se fundamentará en consideraciones objetivas orientadas hacia la imparcialidad y el interés común».
  5. Asimismo, como funcionario publico debería saber que «Su conducta se basará en el respeto de los derechos fundamentales y libertades públicas, evitando toda actuación que pueda producir discriminación alguna por razón de nacimiento, origen racial o étnico, género, sexo, orientación sexual, religión o convicciones, opinión, discapacidad, edad o cualquier otra condición o circunstancia personal o social«. Las negritas son propias.
  6. Y, además, «Se abstendrán en aquellos asuntos en los que tengan un interés personal, así como de toda actividad privada o interés que pueda suponer un riesgo de plantear conflictos de intereses con su puesto público».
  7. Solo por poner un ejemplo. Cuando Nicolás Alvarado fue nombrado director de TV UNAM y fue vilipendiado con saña y odio en redes sociales, privilegió en todo momento la libertad de expresión de sus detractores. Debería de saber que su trabajo como funcionario público está bajo constante escrutinio público.
  8. ¿Debería sentirme preocupado por su mensaje? Prefiero no esperar que la realidad materialice mi respuesta. Hago público el mensaje bajo el amparo de la razón, la libertad y el buen juicio.
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